La Abzurdah forma del marketing adolescente. [TW]

Una reflexión sobre el libro del mismo nombre.

¿Alguna vez han odiado un concepto y no a la producción? Me pasa muy a menudo. A diario noto que mis críticas más acérrimas a ciertas cosas es contra conceptos, no contra producciones. Así, no odio cosas como Crepúsculo (realmente soy bastante neutro), sino que odio que haya instalado ese concepto de amor posesivo y celoso como algo deseable; o no odio 50 Sombras de Grey o 365 tanto como odio las narrativas que defienden e impulsan. Y no, no creo nunca hablar de eso… ya hay mucha gente que lo ha hecho y de manera magistral. Bueno, este no es uno de esos casos… del todo. 

[Alerta de Contenido: Abuso Sexual, Abuso de Sustancias, Autolesion, Trastornos de la Conducta Alimentaria, Suicidio y Depresion

AVISO: Es de mis artículos que pueden ser no aptos para todo público, y aunque está bloqueado por edad y procuro no caer en menciones gratuitas o explícitas, este tema es complejo y por ello, recomiendo discreción. Y que si ALGO de lo de allí arriba les hace ruido, por favor, se lo salten. 

Anticipo, por sí saltaron el disclaimer, esta crítica trabaja temas complicados que pueden ser no aptos para todo público. Que voy a hablar de cosas feas. Que si saben de qué trata el libro saben de qué voy a hablar, por encima, porque no soy un experto ni de broma. Que solo mencionare las temáticas sin ahondar en ellas porque ese no es mi fin, pero es parte inalienable de la obra y no me lo puedo saltar. Y que internet nunca debe ser el lugar en el que buscan información de este tema… creo que esa es la única moraleja salvable del libro. 

Recientemente cuando escribí esto originalmente Rachel Oates (alguien que sigo y probablemente nunca lea esto) hizo un excelente video sobre el tema: intención contra resultado. Precisamente hablando de una temática que trabaja el libro, la autolesión; en referencia a un poema de una conocida youtuber de habla inglesa que trabaja la temática de una forma bastante insensible. Un comportamiento del que siento que no se habla lo suficiente, así que si tienen un tiempo, vayan a ver su video. Y no me refiero a la autolesión… me refiero a la irresponsabilidad autoral… y editorial. Este no es uno de esos rants en los que hablo intentando impulsar buenas prácticas, este es uno en el expongo malas prácticas. Algun dia, quizas, pueda hablar de estas temáticas, sobre las que considero necesario discusiones y sobre las que no está mal escribir ficción de realidades… porque hacer de cuenta que no existen no es la solución. Pero romantizarlas… tampoco. 

Abzurdah es un libro que leí en un club de lectura. Que agradezco que existiera porque la responsabilidad del debate final es lo que me impulsó a terminarlo, sino, todavía estaría a medias. Y que me ha dejado muchas sensaciones, muchas contrarias entre sí. Así que iré por partes. En primer lugar, y para dejar esto en claro, no odio a la autora. Tengo mucho respeto por Cielo, no cualquiera se anima a contar una historia tan personal y tan compleja y ponerla a la vista de todos; y eso tiene mérito. Y se que la hizo, con la intención de sanarse a sí misma y de poder ayudar a otros en esa situación (relaciones tóxicas, TCAs, autolesión, etc). Pero, lo dije mas arriba, mi problema no es con la intención… el camino al infierno está lleno de buenas intenciones. Es con el resultado, y principalmente, el marketing. Y eso siento que es algo que escapa (en parte) a Cielo… o al menos es más grande que ella o escapa a su responsabilidad.

Y también tengo que romper una lanza a favor de esto, los libros no causan enfermedades. La producciones a secas no son las responsables, lo he dicho también en el pasado. Pero hasta ahí llega mi defensa, porque puedo (y voy) a atacar el contenido de la historia, algo que no me gusta, pues es una maldita autobiografía, y va a ser difícil que el ataque al personaje construido en la obra no sea un ataque a la autora. Así que voy a aprovechar uno de los recursos de la misma obra a mi favor: los nicks que la autora usa a lo largo de la obra. Porque si, detesto a “Lágrima”, y tengo una empatía enorme con “Clara14”

La obra nos muestra a una Cielo joven, inexperta y vulnerable en Clara 14, su nick en las salas de chat en los 90’. Conoce a su maldición en Alejo, un sujeto que se aprovechará de ella en su adolescencia y con el que tendrá una relación horrible, tóxica, negativa y será causa de todas las desgracias que la protagonista está a punto de sufrir. Si el objetivo de la autora es que odiara a Alejo lo logró en diez palabras; el problema es que si odio al antagonista, no me importa. Y la protagonista está empecinada en importarle al personaje que no me importa, así que leí cada capítulo de la relación “bella” con un rostro inerte y la sensación constante de que todo lo que estaba pasando estaba mal. Y eso que aun no llego a la parte “fea”. Y en este tiempo la protagonista tampoco hace mucho por ganarse mi simpatía

Los años pasan, ella entra a la universidad, y la relación no hace más que empeorar. Y los comportamientos autodestructivos que se empiezan a introducir en su secundaria, se multiplican en demasía. empezando entonces los trastornos de conducta alimenticia (otra vez en formato “how to” cómo critique en 13 RW), la autolesión, y el discurso insistente que lo hace por Alejo… porque así lo sentía Clara14. Y lo oscuro y triste seguirá apareciendo en la historia sin adulterar, mientras el descenso a la locura y a la cercanía a la muerte aparece más y más en la historia. Todo esto se complica aún más cuando aparece Lágrima. 

Pronto Cielo cambiará de a.k.a. y pasará a ser Lágrima, una activista pro ANA-MIA (como se le llama a la anorexia y a la bulimia) y el antagonista de su propia vida. Y el personaje que más odio de todo lo que he leído en literatura argentina. Porque siento que aquí es cuando la novela me perdio, y donde mis anotaciones se comenzaron a hacer con tinta roja. Porque ya no contaba la realidad autodestructiva de una persona sola, ya comentaba sobre lo crudo de la realidad sobre estos sitios y comentaba su parte como colaboradora y creadora de ellos. Y a pesar de la introducción de datos escalofriantes sobre la realidad de los TCAs, no había un solo ápice de autocrítica a Lágrima. 

Lagrima no es redimible. Es solo caos y autodestrucción, tan solo existiendo para llamar la atención de un Alejo que a pesar de ser irredimible, termina hasta preocupado por la persona detrás del alias… pronto nos daremos cuenta que es por su propio interés. Lagrima es detestable, alejando a toda persona preocupada por ella, incluso a periodistas extranjeros preocupados por su trayectoria. Hostil, directa, cruda e increíblemente infantil en su razonamiento, y maravillosamente errada en su mentalidad. Su caida en picado culminara con un intento de suicidio sin exito y una recaida a la autolesion en internacion; antes de que Cielo (la autora) retome las riendas del libro para darte clausura: poniendo una curita en una herida en una vena cava de una historia rota sobre una persona rota. Una historia que deja un poco roto al lector una vez la terminas. 

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Retome este texto casi un año después de escribirlo por primera vez, porque el primer draft era demasiado hater contra una piba que… creo que tenía buenas intenciones. No siento que el libro haya nacido con mala leche, no creo que Cielo supiera el éxito que sería su descargo de vida, pero hay un problema. Yo también tengo una docena de textos que hablan sobre mis comportamientos destructivos, de odios eternos, de guerras sin cuartel declaradas; pero están bajo llave. Yo no lo publico, y a lo sumo, lo reescribo hasta la muerte para destilar el odio hasta hacer algo bello. O lo dejo ahí. 

Con el tiempo he notado que mi problema con Abzurdah no es con la obra en particular, independientemente que ya comente que no resonó nunca conmigo y que el personaje protagonista nunca me llego, siendo siempre más antagonista de la vida de los demás qué protagonista de su propia vida. Es con la difusión de esa obra. Es con el tagline que imprimió Planeta en la tapa que pone la perturbadora historia de un adolescente, es con la adaptación filmográfica desastrosa que hace parecer que era una simple historia de amor tóxico, es con la autora en sus conferencias de prensa recomendando este libro a adolescentes, es con la disonancia narrativa en el texto entre las estadísticas reales de la gravedad de los TCAs que parecen puestas a presión de algún agente literario y con el relato en primera persona que parece casi apologético en ocasiones. 

Abzurdah es el relato de una lucha interna, e incluso la autora reconoció no estar recuperada del todo cuando lo publicó. Un relato triste, con un final esperanzador cauteloso, y que estoy feliz de que sea un final feliz en la vida real para Cielo Laitini. Un relato que ha admitido haber escrito para sanar, y que estoy contento que haya servido de manera catártica. Mi problema es que cuando a tu catarsis la firmas con la editorial más importante en literatura adolescente y le pones un precio de admisión, ya no es catarsis. Y si bien soy el primero en aplaudir cuando alguien puede hacer arte de su dolor, esto se siente casi como monetización del sufrimiento y lo siento incorrecto.

Leí este libro con 22 años, lo comento con 23. Mis compañeras de secundaria lo leyeron con 15 o 16 años; porque fue estudiado como el mercado para este tipo de pseudo-ficción o semi-documental. Se pusieron en la fila para ver la película con la China Suarez de la obra. Y la autora aprobó ese guión (está acreditada como co-escritora); y la autora aprobó una carátula con una modelo simulando provocarse el vómito, y luego, la portada variante, con un sacapuntas ensangrentado. Y respecto a esas decisiones, es que tengo un problema.

Cielo era comunicadora cuando lo publico. Sabía la responsabilidad que tenía como tal, y aun así, difundió un libro que si bien es bello en su confusa narrativa, y triste en su historia, es peligroso. E, independientemente de sus intenciones cuando lo escribió, cuando lo editó, y cuando lo publicó… el resultado es disonante. Y cuando el libro aclara en su prólogo “no ser para nadie” y luego tengo que pagar un valor elevado para tenerlo, hay otra disonancia. 

Pero donde hay mayor disonancia es en mi pensamiento sobre el libro. Porque no me disgusto. No odio el libro, en un vacío es hasta interesante, pero no está en ese vacío. Abzurdah es parte de la conciencia colectiva, es lo primero en lo que muchos pensamos al hablar de TCAs, y como es iniciador de discursos, es generador de estereotipos horribles. El libro, como elemento cultural y político es desastroso. Pero, hay un silver lining en esto.

Este libro no lo recomiendo a nadie, pero estoy dispuesto a hablar de él. Y si el objetivo de Cielo, a pesar de todo, era que se hablase del tema, ese crédito es de ella. Es lo único que estoy dispuesto a cederle.-

El Principito, crecer y no olvidar

Nunca esperaba escribir esto, lo aseguro. Pero para hacerlo, debo presentar el contexto en el que consumí esta película. Eran altas horas de la noche, se habían acabado las bebidas y las papas, y estábamos durmiendo sobre un sillón mientras dábamos vueltas en Netflix cuando recordé vagamente una recomendación de esta película y decidí ponerla por su corta duración. Y… carajo que no estaba listo para lo que la película me arrojó a la cara. 

Lo que pensé seria una película infantil mas del montón, una adaptación sencilla de una historia super conocida (y bastante surreal), se presenta como una película llena de alma, con un mensaje simple pero efectivo, y una reversión de la historia clásica que hablaba sobre la vida en un contexto de guerra; para comentar sobre la vida en nuestro contexto automatizado y ultra exigente. Y una película que golpea mucho más fuerte de lo que tiene derecho a hacer, 

¿Situada unos años después del libro original? (ya lo dije, es una adaptación libre); seguimos la historia de una niña, que se muda a una casa estándar en un barrio estándar, que está en descuento por encontrarse al lado de un sujeto increíblemente excéntrico como es el aviador. La niña, que tiene toda su vida planeada por su madre, empieza a reunirse a escondidas con el excéntrico aviador, que le cuenta sus aventuras con el Principio, en una interpretación bellisima de los dibujos e historias originales en una animación con un estilo papel mache. 

Para ese entonces yo pensaba que la película iba por ahí, una adaptación libre, luego el principito viene, fin de la historia. Pero… no. El segundo acto es lo esperable: la madre se entera y se enoja, la niña tira los dibujos, el aviador se muere (bueno, no, pero por un segundo lo creí)… pero, no, solo lo hospitalizan, y comienzo el tercer acto que es el que me pego. 

La niña queda sola, y promete buscar al Principito para traer novedades al aviador de él, pero tras salir en el avión se encuentra a un universo bastante distópico para una película infantil, en el que guiado por su zorro de peluche, se encuentra a los personajes de la historia original: el Hombre de Negocios, a cargo de una ciudad sin sol, ha apresado a las estrellas (si, logro su cometido); y con ayuda del Vanidoso, gestión la misma. Mr. Prince, es una suerte de conserje triste que ha olvidado toda su historia y trabaja ahí; e incluso, cuando la niña lo enfrenta, intenta mandarla a una “escuela de reeducación”. ¿Acaso esta película entiende su público objetivo? 

La película de “El Principito”, me hizo repensar la historia original, y la termine revisitando. Y entiendo que es ULTRA cliché decir que el libro es excelente y que lo debes leer como adulto, y eso… es el Pablo Coelho de los libros infantiles: todos los conocen, y todos son unos pretenciosos que lo odian. Pero… no, no es tan simple y en muchos sentidos, ni siquiera sé si es un libro infantil. Es un buen libro en todo sentido, con mensajes que siguen siendo igual de válidos a la fecha y me gusta que la película conservase eso, quizás adaptándolos a nuevas generaciones con nuevos problemas y nuevas necesidades, pero para la que sigue siendo válido el comentario sobre la pérdida de nuestra infancia. 

En ese entonces estábamos en plena guerra, pero han pasado más de  setenta y cinco años desde el final de esta y la infancia, para muchos, sigue siendo el enemigo. Felicitamos a aquellos que crecen con demasiada velocidad, incluso contra su propia voluntad; vilipendiados las expresiones de la creatividad o cualquier utilización del tiempo de modo no productivo; crecemos con el pensamiento que lo mejor que podemos hacer es olvidar eso que nos hacia niños. Crecemos y olvidamos, hasta que algo nos hace espabilar. Quizás uno de mis mayores miedos es terminar haciendo precisamente eso. 

Quizás por eso esta película me llega tanto. Quizás porque estoy aún a tiempo de no hacer eso… de no olvidar quien fui en mi infancia, y cuáles fueron esos libros que mi madre me contaba. Quizás porque la realidad en la que nos obligan a crecer no es para nada lo que yo esperaba, pero son uno en los que estoy contento de acompañar a otros. Y quizás, porque al perderle el miedo al crecer y perderme, es una de mis mayores motivaciones.

Pero, como me dijo alguien muy inteligente hace un tiempo: “no te preocupes, jamás te lo vas a permitir”. 

Los Juegos del Hambre: Panem et Circenses

Panem et circenses. Así es como los romanos decían mantener su sociedad. El imperio más influyente en la historia occidental tenía una cuestion que lo caracterizaba, conocer precisamente que un pueblo con entretenimiento y el estómago lleno tenía pocas probabilidad de rebelarse. Plutarch, personaje de la segunda y tercera parte de esta entrega, le dice eso a Katniss, cuando le dice “de donde viene el nombre” del país distópico y autoritario en el que viven, y el por que del poder del Capitolio. Fastuosas cenas y el máximo entretenimiento: los Juegos del Hambre. Aquellos que tuvieron siempre la suerte de su lado, no tienen necesidad de rebelión; y aquellos aportados por el régimen en la última, no tienen voluntad de hacerlo. 

Por suerte estamos muy lejos de eso… ¿no? La respuesta es sí, por supuesto. Pero los paralelismos entre la sociedad del Capitolio son, como dije hace un tiempo sobre todas las distopías, un mapa sobre lo que no debemos hacer. Y, con un bombardeo de esa pornografia violenta que ponen en nuestra televisión, como diría cierta banda de rock alternativo

Bueno, Suzanne y yo vimos un mismo problema, solo que yo tenía quince años y ODIABA el concepto de los reality shows, mientras que todos mis compañeros sabían que estaba pasando en la casa de GH, o cual era la última pareja eliminada en Tinelli. Y yo me sentía afuera de un ambiente; afuera de un ambiente al que intente entrar para “ser parte” y que nunca entendí, y que a pesar de todo el tiempo que ha pasado… sigo sin entender. Ya he hablado de que odio los reality shows en otra oportunidad. Y Suzanne escribió un libro, entendiendo mucho mejor el concepto. Y el German adolescente lo amo. 

Panem es una distopía de poder absoluto, en una sociedad en la que unos pocos disfrutan como pobres se matan entre ellos para su entretenimiento. Una sociedad que desecha a las personas tras un tiempo, que existe en una ficción promovida por medios de comunicación asediantes y en la que todo resabio de humanidad se ha perdido. Uno en el que el entrenamiento volvió a los coliseos, en el que se repite constantemente los juegos anteriores y se convierten las arenas en museos de muerte. En el que todo intento de rebelión es aplastado brutalmente, en el que algunos tributos de los distritos más pujantes toman como orgullo participar de los juegos, mientras que los pobres se saben condenados tan pronto su nombre sale en la colecta, y lo único que les queda es disfrutar de la comida que les darán en la previa; e incluso se han condenado más de los necesario a causa de las “teselas”, una ración de harina y aceite a costa de poner tu nombre una vez más en la colecta.

Los Juegos son el ápice de una cultura en la que el juego por sobrevivir empieza antes, desde el momento en el que la moneda de la suerte cae y dictamina en que grupo nos toca vivir. Y en eso último es donde su universo no dista mucho del nuestro, del país que se invadía cuando Suzanne escribía el libro, y de las zonas más desaventajadas de nuestra realidad. No les estoy pidiendo que vean África u Oriente Medio… vean las realidad que vivimos en nuestras urbes principales, en las que el frío o el hambre se lleva cientos a diario (y ahora, a causa de cierto virus, esas cifras pasan a miles). En el juego por la supervivencia, algunos nunca tienen la suerte de su lado. 

Suzanne Collins nos demuestra eso en el Capitolio, contrastandolo deliberadamente con los distritos; mientras unos ven los juegos como entretenimiento, los otros lo ven como una condena a muerte. E incluso, los distritos más acomodados, aquellos que tienen más poder, tienen una condena a muerte al comenzar los juegos, pero han desarrollado toda una cultura en torno a esa mentira. Los distritos más pobres, aquellos que no han tenido posibilidades nunca, son los que más saben que la suerte nunca estuvo de su lado, mientras los del uno o el dos se han tragado toda la publicidad del Capitolio (los del dos tienen más motivos, son la base de operaciones del ejército del Capitolio); y ven ganar los juegos como algo reconocible. Poco saben que es en realidad una condena… nosotros recién lo sabremos en el tercer libro. 

Los Juegos del Hambre, los verdaderos, se juegan desde el momento en que estos habitantes nacen. Lo dice Katniss desde su perspectiva, tener kilos de más es atractivo en los distritos como el doce, porque es señal de que pueden comer más que los demás. Mientras tanto, en el capitolio, se bebe una suerte de IPECAC (un líquido que induce el vómito) en las fiestas para poder seguir comiendo. 

Los Juegos son algo que quienes vienen de esos lugares juegan hace años, en menor medida. La diferencia es que en vez de proyectarlo para diversión de la sociedad de los que podemos más; decide directamente hacer de cuenta que no existe. No lo proyecta en las noticias, ni en los diarios, salvo momentos muy específicos en los que un evento en particular nos recuerda de esa realidad… por unos dias, y pronto nos olvidamos. 

Es que los medios tienen ese poder: deciden que debe importarnos. Deciden mostrarnos algo, y lo repiten al nivel de que lo naturalizamos como un verdad, como una realidad. Y en el caso de los realities se nota aún más, pues crean una realidad alternativa falsa. Una realidad que muchos se creen, aun ahora, sorprendentemente. Una realidad que anestesia y hace que no notemos los verdaderos problemas. Una realidad en la que muchos deciden vivir. 

Las novelas adolescentes a menudo se subestiman. Se las toma como mero entretenimiento ligero y olvidable. Y apenas se toma en serio la narrativa que impulsan, el discurso que instalan, lo que dicen de nosotros. Muchos, dentro y fuera de esta plataforma, se han quejado de mí sobre análisis a cosas, principalmente aquellas que “son solo entretenimiento”. Cosas que no merecen, según algunos, un análisis tan profundo, que no lo merece. Y nada está más lejos de la verdad. Los libros para jóvenes son importantes, los mensajes que promueven son importantes, y debemos evaluarlos y ver que dicen de nosotros. Que dicen de la adultez que los crea. Y cual es la consecuencia de eso. 

Personalmente amo que me haya obsesionado con este libro de adolescente; porque al menos puedo rescatar ciertos pensamientos críticos de libros ligeros que llegaron a engancharme al nivel de ver las últimas películas de la saga en la premier. Excepto Sinsajo: Parte 2, pero eso tiene que ver con una tendencia mía a no ver los finales de las sagas que me enganchan, quizás otro día hable de eso. Amo también, haber pagado valor de venta del libro popular del año cuando surgió, y de tenerlos en un espacio privilegiado en mi biblioteca. No solo porque se que hay peores sagas que poseer, si no porque esta novela, inició la chispa del postapocalipsis que me hizo leer todas las sagas del fin del mundo de moda, luego las clásicas, y… quizás ni siquiera Proyecto Apocaliptia hubiera existido sin Los Juegos del Hambre. Y por cosas como esa, es que nunca hay que subestimar a los amores de la juventud. Everlark sigue siendo mi segunda pareja favorita después de todo.

Libro: Los Juegos del Hambre – Suzanne Collins

Fahrenheit 451 y el Peligro del Pensamiento Crítico

“Las personas dejaron de leer”. Esa es la premisa de esta historia. Ese es el disparador que inicia mi libro menos favorito de la triada distópica, pero quizás el más realista, en el sentido de que tiene conceptos que han ocurrido en la historia de nuestro mundo. Y con este eje terminó el por siempre pausado análisis del libro más conocido de un autor del que prefiero sus otras obras; pero que tiene un concepto que considero importantísimo debatir… los grandes peligros de la lectura. 

Bradbury, en su Fahrenheit 451 (la temperatura a la que arde el papel), nos presenta a Montag, un bombero incendiario. Porque en este universo, los bomberos queman. Queman libros y queman personas que los poseen. Seguimos a Guy Montag, un bombero que cambiará su vida desde conocer a Clarice, una joven que desestabilizará la vida de él, haciéndole conocer la realidad del pasado; y que le hará notar lo extraño de su realidad, y porque se adaptó a la misma. Y empieza a generar un peligro para todos… pues empieza a tener “pensamientos independientes”.

Y quien dice “grandes peligros”, dice grandes peligros al status quo. Porque esos son los bomberos en esta historia… mantenedores sociales del status quo. Incluso en la (no tan buena, no se porque la hicieron a lo Black Mirror) adaptación de HBO de la saga se trabaja ese concepto. Los lectores, los intelectuales, los refugiados son los clásicos revolucionarios; pero en este mundo, la guerra por las ideas ya la han perdido. La verdad es lo que se dice y se enseña, y todo lo incorrecto, lo impuro, lo peligroso, lo que hace pensar que debe morir por el fuego. 

Bradbury ni siquiera es sutil en sus referencias. Como la inquisición quemó pensadores en su época en hogueras, como los nazis quemaron literatura en las mismas, como los dictadores nuestros países lo hicieron. Promovieron la ignorancia y el desconocimiento, la verdad universal que ellos decían era la única existente y así la gente lo creyó, porque era la única opción. La gente no dejo de leer por voluntad propia, al menos eso creo yo. La gente dejó de leer porque le dijeron que leer era malo, que el saber era nocivo, un pecado; que cuestionarse los llevaría a la locura porque problematizarse es eso… abrazar la locura. Y la gente bajó la cabeza y creyó. Compro ese mensaje y lo hizo propio, y luego comenzó a juzgar lo que no concordaba con ello. 

Montag habla de una sociedad, similar a la de Huxley, en que se quema la literatura por salud de aquellos que viven allí. Una sociedad que dio la espalda a los libros por el poder que estos tenían de producir sentimientos, de afectar a los otros, de “confundir”. Una sociedad, que se conforma por sí misma, y acepta esa realidad. Una sociedad condenada, como vemos al final; que se vuelve ignorante de la destrucción que ante ella se presenta y que será su condena. 

Si algo hace que este sea mi menos favorito de la trilogía distópica, es que siempre me pareció un imposible. El ser humano es por naturaleza curioso e investigador. Busca la verdad de las cosas por sobre todo, a cualquier costo. Promover la eliminación del pensamiento crítico es… antinatural. Es ir en contra de nuestra propia naturaleza. Y creo que es ese el motivo por el cual esta novela es mi menos favorita (que a ver, la distopía me encanta, esto es como decir que es mi sabor menos favorito de helado… sigue siendo helado): porque nunca me pareció posible el mundo que plantea. Porque siento que si llegamos ahí nos perdimos como especie.

Fuera del Deux Ex Machina del final (porque la guerra es eso… y siempre me pareció super cliché), Fahrenheit es una excelente historia, que establece la importancia que tiene que la sociedad los “pensamientos independientes” (o sea, los pensamientos a secas); y porque los debemos promover. No hace falta que se reinicie nuestra sociedad… solo no debemos olvidar quienes somos. 

Libro: Fahrenheit 451 – Ray Bradbury

Un Mundo Feliz, y el veneno del Soma

Recuerdo claramente una viñeta que hace un tiempo se había vuelto popular, comparando los fines del mundo de Orwell y Huxley; como, mientras uno pensaba que nos rendiremos ante el miedo y que el poder totalitario sería lo que nos hará perdernos como humos, el otro especulaba que renunciaríamos a nuestra humanidad por una estabilidad que nos haga “felices” todo el tiempo. Y hablaba sobre lo cerca que estábamos de rendirnos al veneno del Soma… y en ese entonces  eso resonaba conmigo, la primera vez que leí esta historia.

Pospuse eternamente este escrito al que hago referencia en mi primer artículo, pues considere importante leer la historia original de nuevo antes de empezar a escribirlo… aunque siempre tuve en claro de que iba a hablar: el Soma. Y agradezco no haberme apurado, porque Dios no recordaba bien esta historia; o quizás muchas cosas pasaron por encima de mi mente adolescente… incluso el final, el cual he históricamente mal interpretado. 

Un Mundo Feliz trata de Bernard Marx, una suerte de psicólogo del cuerpo social; un desadaptado, al que se acusa de haber sido creado con alcohol, lo que lo hace una persona completamente infeliz, a pesar de ser un Alfa. Su vida es contrapuesta a la de Lenina, una Beta-Más, una enfermera del Centro de Condicionamiento. La historia del mundo es la historia de los axiomas que se les han inculcado desde niños: las repeticiones. Y la ficción es clara en el sentido de la sociedad, en la que todos aman lo que deben hacer; y cómo les asfixian los mensajes y los mantras que se repiten hasta el cansancio. A nosotros, los no felices, nos asfixia. 

El mundo distópico de Huxley es asfixiante e impresionante a la vez. La representación insistente en medidas y cifras vuelve loco a cualquiera, es más, expulsa a ciertos lectores por ello. Y eso es lo que más habla. El universo de Huxley lo siento más lejos de lo que lo planteaba el autor, pero es un peligro constante en la mente de cualquiera…el triunfo del conformismo. Porque si, el conformismo, y la reprogramación da estabilidad, pero ¿a que costa? Es establecido que el Soma mata lento a aquellos que lo usan, por lo que no es muy distinto de ciertos opioides muy utilizados en nuestra realidad; pero allí, en vez de ser algo entregado a personas con dolencias específicas (y mal utilizados por una gran cantidad de personas, pero no voy a hablar de eso hoy ni probablemente nunca, no estoy capacitado para hacerlo), es impulsado por el gobierno. Como la pastillita de la felicidad.

Y en esto, hasta el mismo Bernard se rinde ante el Soma. Porque ese dejo de infelicidad que no puede despejar lo ayuda tanto. Porque eso tiene el Soma, es atractivo, es llamativo, es imposible rendirse al concepto de lo que él mismo puede otorgar: felicidad. Y es llamativo que el desadaptado, el desubicado, él fuera del lugar es el único que nota que el Soma envenena; pero su intento de despertar a una sociedad que disfruta de estar dormida, cae en saco roto inmediatamente.

Y la historia es la mayor representación de la otredad. El concepto de los salvajes, de las tierras que no vale la pena civilizar (vivo en una de ellas), me hace resonar la dicotomía histórica entre Civilización y Barbarie, muy popular en mi país. El desprecio por la ignorancia de las culturas ajenas y esta fusión extraña que representan los salvajes, producto de la Guerra que establece Huxley que ocurrió en el pasado (que me recuerda a Honest Hearts). Y al mismo tiempo, la sociedad asceptica de la Civilizacion, la frialdad de la realidad enfrentada a la capitalizacion del sexo… la pérdida del sentimiento por la inestabilidad y esa increíble reflexión sobre la felicidad existente en el sufrimiento, hecha por uno de los personajes menos relevantes e interesantes. Porque eso es lo mejor que tiene la historia: sus personajes. 

Quizás eso tiene crecer y releer una historia. Me encontré empatizando mucho más con John y la magistral muestra de la poca comprensión antropológica que tenemos de los que son “distintos a nosotros”. Habla de un joven roto, no deseado y violentado; que entiende este como el único modo de vida. Y no es el único personaje que comprendí más de adulto. Me encontré entendiendo a Lenina, que es menos una “imbécil neumática”, y más una joven condicionada por las repeticiones y que no puede ser más que lo que fue educada para hacer. Incluso con Bernard, que en su irrefrenable búsqueda por eliminar lo que de él se dice toma decisiones cuestionables, mientras se le sube el poder a la cabeza, y se da el golpe al caer de la cima de la sociedad.

Un Mundo Feliz es una distopía que depende de la edad con la que la vea me llevo cosas muy distintas. Y una en la que mi visión ha cambiado, de una que era totalmente fatalista y que esperaba el momento en el que la ficción se volvería realidad a la vuelta de la esquina a una mucho más positiva. Quizás tenga que ver que mis grupos han cambiado, mi actitud ante la vida ha cambiado y que he encontrado muchos más Salvajes en mi vida desde la primera vez que lo vi; personas no dispuestas a tomar el veneno del Soma. Personas que no están dispuestas a aceptar la realidad que les tocó vivir, y luchar para cambiarla; personas que notan el veneno que nos impulsan a veces ciertas personas o grupos para comer y lo rechazan;  personas que saben de las injusticias del mundo y hacen despertar a otros. Personas que me hacen ver que no estoy solo en el mundo, que me hacen sentir que no soy “una parte más del aparato social”.

Personas y contextos que me dieron ganas de decir que yo también me prefiero así “Prefiero ser yo mismo. Un yo amargado y todo, antes que ser cualquier otro y alegre«.

Libro: Un Mundo Feliz – Aldous Huxley

Cien años de Soledad, y mi vida en Macondo

Tengo que ser sincero, creo que esta aspecto de la historia llega mucho más a quienes tenemos la suerte o desgracia de habitan una localidad o, en mi caso, provincia en la que nos “conocemos todos”. Una provincia, en la que probablemente, el amigo de un amigo de un amigo sepa sobre algo que hiciste en el comienzo de la década pasada. Y que provoca que, ante los eventos más surrealistas que pegan en el palo del realismo mágico, que diga lo siguiente “vivo en Macondo”.

Cien años de Soledad es una novela de ficción del gran Gabriel García Márquez, una de las del universo de historias que están todas conectadas y que vale la pena leerlas a todas. La novela es básicamente la historia de una familia. Y de un pueblo. De José Arcadio y Úrsula, dos primos que se casan entre ellos, en rebeldía del presagio que cuenta que el hijo del incesto nacerá con cola de cerdo y de todos sus descendientes, que habitan el pequeño pueblo de Macondo. La historia puede resumirse en dos adagios: “pueblo chico, infierno grande” y “todos tienen un muerto bajo la alfombra”.

Porque si, mientras más tiempo pasamos con estos personajes y sus hijos, y sus hijos… los actos que veremos realizar para mantener el honor de su nombre (que serán los que terminarán por condenarlos) se volverán más y más turbios, y menos y menos justificables, más y más despreciables, al punto que pare cuando llegue el final de la historia sentiremos una suerte de satisfacción por el trágico final a los personajes… bueno, para la mayoría de estos.

Y al mismo tiempo, vemos el pueblo, con sus historias internas cubiertas por la hipocresía del pueblo perfecto, casi como si se tratase del pueblo de Hot Fuzz; condenándose a sí mismo a “desaparecer del mapa”. El libro lo cuenta desde el punto de vista literal, pero bueno, el simbolismo es otro. Un pueblo condenado a la soledad, cuyo destino está escrito y cuyo trágico final es inevitable, pues había sido condenado a lo que el nombre del libro pregonaba.

¿Y por qué este libro resuena tanto conmigo? Habiendo nacido en un pueblo no tan pequeño, pero que en camino de convertirse en ciudad, y habiendo visitado todos los pequeños pueblos y ciudades de mi alrededor, he visto de todo. Habiendo nacido en una provincia alejada de las grandes urbes, en Latinoamérica, con menos de un millón de habitantes en toda nuestra extensión, la mayoría concentrada en un pequeño espacio. Y no, no es que anden vacas por las calles de tierra y llamemos “caballos con luces” a los autos, como ciertos habitantes de las grandes urbes parece que creen cuando les digo que soy de San Juan. Pero hay ciertos momentos… que me recuerdan de dónde vengo.

“Nos conocemos entre todos”. Parece frase hecha hasta que después de cruzar dos palabras con alguien resulta que conoce más de vos de lo que nunca esperabas. Hasta que encontras parientes en el medio de una conversación entre desconocidos, o resulta que el evento que estás contando que viste en las noticias le paso a alguien que conoces. O pasa algo, y en minutos todos se enteran y tienen sus teorías conspirativas y saben todo de todos los implicados. Porque todo queda aquí a la vuelta, porque todos teníamos a un amigo que, porque conocemos los nombres de los dueños de los negocios antes que los del local, y nos acordamos cuando ahí, donde está la juguetería antes estaba un supermercado. Porque recordamos los jingles de los negocios, incluso de los que ya no existen.

Eso no está en las grandes urbes. También hay un montón de negocios y servicios que acá no, acá parece que todos los jóvenes nos vestimos en la misma tienda de origen chileno y salimos a los mismos lugares, y se nota. También hay muy pocas chances de que recuerdes a alguien que ves en el transporte público porque sube siempre, o de que puedas llegar a cualquier lado a pie en minutos. Se pierde y se gana, supongo.

En ciertos momentos de mi vida, quien me escuche fuera de contexto, parece que tengo por mis orígenes es resentimiento. Y nada está más lejos de la verdad. Amo esta tierra bendecida por el sol, como me suelo referir a ella a menudo. Tierra de poetas y de una bebida alcohólica que aún no descubro por qué gusta tanto… la mayoría culpa a mi joven edad.

Tierra de que pocos conocen la historia que lleva, y por ello a menudo las nuevas generaciones nos sintamos sapos de otro pozo. Porque si, nuestro pueblo ha sido históricamente revolucionario, a su modo. Siempre ha sido impredecible su postura ante decisiones desde el puerto, ha sido catalizador de grandes conflictos y causa de otros, ha sido tierra de grandes batallas entre caudillos y gobernantes y el pueblo. Poco conocemos del mismo, yo tuve que llegar a primero de la universidad para conocer esa historia… y la mayoría no la conoce.

Pero no todo lo que brilla es oro. Ser así también nos hace ser reacios a los cambios, a notar que las cosas ya no son iguales. Nos hace tener una idiosincrasia innegociable que no cedemos, y con la que quienes queremos progresar batallamos a menudo. Y nos hace ser miope muchas veces a las realidades que tenemos a nuestro alrededor.

Muchos de los que conozco esperan con ansias el momento en el que se puedan ir, y otros ya lo han hecho. A menudo vocalizan el disgusto que tienen con la sociedad local, y aunque comparto sus quejas, no sus objetivos. Porque no puedo romper lanzas por gente que ni siquiera intenta cambiar la realidad en la que vive. Vengan a batallar las luchas, váyanse de derrotados y los acompañare. Es sabido que yo en esta batalla llevo mucho tiempo y la seguiré luchando.

El cambio es inevitable. No soy el único que nota que las calles nos están quedando chicas, los lugares de ocio también, y los eventos se colapsan. Será cuestión del tiempo que las cosas cambien, pero espero conservemos algunas buenas prácticas. No tenemos muchas más opciones que cambiar… en esta área del país no hay tornados.

Planeo irme, no porque considere que la única salida de mi país es Ezeiza, sino porque considero valioso traer cosas de otros países que admire a mi tierra, porque ya acepte que despedirme de mi tierra me es un imposible. Lamentablemente, por más que me vaya, y me aleje, como dijo el poeta, volveré siempre a este lugar.

Libro: Cien Años de Soledad

Los árboles mueren de pie, y su emprendimiento para el alma

El poder del Doctor Ariel.

En dos obras de Casona encontramos un elemento común: un personaje interno, el doctor Ariel, que dedicó su idea a investigar sobre la muerte; y preocupado, dedicó los últimos años de su vida, a trabajar para ayudar las personas con su vida. En el primer caso, un Doctor decide construir una mansión para suicidas, que “fracasa” una vez todos los habitantes encuentran motivación (Prohibido Suicidarse en Primavera). Y en la segunda, una suerte de subsidiaria, crea un emprendimiento para ayudar a las personas, colaborando en sus vidas para ayudarles con sus problemas.  Y, aunque podría hacer tranquilamente un ensayo sobre la ilegalidad de este emprendimiento, o porque es que es una historia demasiado mainstream, o porque es cliché recomendar este libro, o porque es…. no, no lo voy a hacer. Porque esta historia tiene otra cosa que es más importante que cualquier reflexión profunda: corazón. Y es, para mí y para muchos, una prueba de que no hace falta hacer algo innecesariamente complejo y enredado para hacer algo profundo.

El relato cuenta de un grupo de imitadores, que trabajan para mantener una mentira construida por Balboa, una persona mayor que escribió por mucho tiempo cartas haciéndose pasar por su nieto, inventando toda una vida, y que encuentra una gran dificultad cuando el verdadero envía un mensaje de que pronto llegará a la ciudad. Mauricio y una joven recién incorporada llamada Isabel trabajarán para hacer feliz, quizás por última vez a la abuela, la esposa de Balboa.

La historia genera un conflicto interesante, de choque frontal entre la ficción y la realidad, que tiene un elemento extra a causa que uno de los protagonistas es un actor que se toma muy en serio su trabajo; tiene un giro interesante al final, con la llegada del verdadero Mauricio y la conversación con la abuela; y tiene un diálogo interesante, que mantiene enganchado, y constantemente cambia el ritmo, entre emocionarte, hacerte reír y lanzar de esas frases que te quedarán haciendo ruido en la mente. Y tiene un mensaje interesante, respecto a la importancia de ser honestos con lo que queremos y lo que sentimos; y la importancia de nuestro rol en la vida ajena.

Porque sí, creo que ese es el mensaje principal, la importancia de la colaboración en la vida ajena, como una persona, con el simple acto de colaborar con una acción en la vida ajena, puede cambiar su vida. Y esto lo vemos claro en las palabras de Isabel, la enamorada en secreto del dueño del emprendimiento, en su conversación / confesión con la Abuela. Como dice el jefe del emprendimiento: “no piense que hacen falta grandes cosas; ya ha visto que, a veces, basta un simple ramo de flores para salvar una vida”.

El emprendimiento nacido con la mejor de las intenciones: la importancia de hacer realidad ilusiones, y la magia de hacer realidad las mismas de los miembros del grupo: bajo la premisa de que muchas veces quienes más pueden ayudar y más necesitan esa ayuda son los que menos parece al comenzar la historia (en claro paralelismo con Prohibido Suicidarse en Primavera y el “fracaso” de la mansión) ser el resto de lo que nos acompaña en esta historia, que es una historia honesta y linda, y que, para bien o para mal, yo la tomé como un instructivo.

Porque si, considero que además de, hacerme feliz por un rato, es también una historia que te impulsa a cambiar realidades. Te impulsa a tener conversaciones sobre lo realmente importante que uno puede ser en la vida de otro. Y, tras conversaciones muy sinceras con gente en mis círculos más cercanos, es una historia que te cambia, la encuentres cuando la encuentres, volviéndote un ser más consciente de lo importante que puedes ser en la vida de otros, o confirmando que tu accionar positivo en la vida de los demás valen la pena. Es una historia que se siente como un hogar, como ese plato de comida que te trae la infancia, como demuestra Pixar en aquella conocida historia sobre un ratón. Y es una historia conocida mundialmente sí, es mainstream, sí, pero por algo. Todos la terminan leyendo y ninguno que la lee puede no recomendarlo. Y yo acá hago lo mismo.

Pero a incluso a aquellos, que no convenza de leer la historia, los impulsó a que hagan lo del Doctor Ariel. Dios sabe que he conocido en mi vida gente que nunca leerá esta novela… o esté ensayos, siendo sinceros; pero que actúa en su vida cotidiana con esa visión, intentando cambiar la realidad al menos de los que están a su lado. Y creo que eso es lo que vale la pena. Quizás, al final, terminar como la Abuela, que no dejará que sepan los personajes que conoce que ha descubierto la mentira, no por ella, sino por aquellos que le habían ayudado a que pasara los mejores (y quizás últimos) días de su vida.

Lee el libro en: Los Arboles Mueren de Pie – Alejandro Casona

Un Soplo de Vida, y la Fábrica Rota de Personajes

Esta entrada va a hablar más de mí, pero porque el libro al que refiere me habla a mi. Y bueno, los libros póstumos tienen eso… hablan más del autor que de sí mismos y en este caso en especial, hablan más de las dificultades de los mismos a la hora de escribir una buena historia. Porque este libro es eso, un drama de creación de personajes y cómo estos se roban un poco de nosotros cada vez que les damos vida. Es así mismo una aviso de emergencia sobre los riesgos de contar una historia y… un aviso exacto de porque debemos hacerlo. Una confesión a los gritos de porqué es que es bello esto de escribir, y una advertencia de los costos que cada uno decidimos asumir. Y una guía de cómo disfrutar cada segundo que hacemos esto, aun los que solo escriben para ello y los que de ello viven. Es el libro perfecto para regalarle a un autor.

En esta historia vemos un monólogo doble: por un lado, al autor de la historia, que nos cuenta sus dolores y dificultades a la hora de crear su personaje. Y vemos al mismo tiempo a Ángela Pralini, el personaje creado por el autor, y cómo vive su vida, ignorante de ser producto de la imaginación de su autor. El Autor y Ángela nunca hablan, nunca cruzan una palabra, pero podemos ver cómo lo que a uno le ocurre le afecta a otro. Como el autor se cuestiona su poder divino sobre su personaje; y como Ángel escribe sus primeras historias cortas, pues, como dice “el proceso que Ángela tiene al escribir es el mismo acto del de soñar”.

Aviso, voy a hacer algo muy fuera de mí en este «ensayo», citando textual el libro por un motivo sencillo: me sería imposible lograr escribir esto de un modo siquiera comparable a Clarice.

Clarice nos anticipa una gran verdad en las primeras páginas. “Me da miedo escribir. Es tan peligroso. El que lo intento lo sabe”. Pero, también, el mismo Autor nos dice otra enorme verdad. “No escribo por querer. Escribo porque lo necesito”. Y así empieza el personaje de Angela, palabra a palabra, a escribir una historia; empezando con frases sueltas y terminando con historias cortas. ¿Por qué lo hace? Simple: “Todo el mundo que aprendió a leer y a escribir tiene ganas de escribir”.

Angela es escritora, pues el Autor la creó así. “Angela dice (…) mi vida es una verdadera novela, si yo la escribiera nadie lo creería”. Aunque el Autor es honesto y crudo: “Angela nunca va a terminar de escribir la novela cuyo comienzo todos los días posterga”; al mismo tiempo no da una guia de qué es lo que debe(mos) hacer:  “La vida de cada persona es pasible de un ahondamiento doloroso y la vida de cada persona es increíble. ¿Qué deben hacer esas personas? Lo que hace Angela: escribir sin ningún compromiso.”

El Autor nos cuenta que cada libro es un viaje; pero que “cuando siento una inspiración muere de miedo porque sabe que de nuevo va a viajar solo por un mundo que lo rechaza. A pesar de eso se impulsa, y comienza a escribir a un personaje: a Ángela Pralini.

El Autor nos declara las intenciones de crear un personaje, distinto de él, pero nos anticipa que no es fácil. “Cuanto más se escribe más difícil es escribir. (…) quiero, por ejemplo, escribir sobre una persona que invente: una mujer llamada Ángela Pralini. Y es difícil. ¿Cómo separarla de mí? ¿Cómo hacerla distinta de lo que soy? Pero conforme pasan los capítulos el Autor ve como Ángela empieza a independizarse, a hacerse cuestionamientos filosóficos, y teológicos; y empieza a preguntarse si debería de interferir en lo que ella piensa, llegando a la conclusión que no debe de hacerlo… pues sería injusto con ella. Ya el personaje escapó a su autor, ya no le pertenece. Ya es un ente, al que le dio vida y se independizó. Y ya es feliz. El Autor se debatirá se la ama, si la odia, si destruirá y recrearla, si dejarla ser; pero ya es tarde… Ángela ya existe independiente de él y no podrá controlarla. Y así, es como con cada personaje perdemos algo de nosotros.

Y es que este es el drama de la creación de personaje; porque ellos no nos pertenecen. Escapan a nosotros y no responden a nosotros. Nosotros solo les podemos dar ciertas características, y colocarlos en un lugar… pero ellos escriben su historia. Creo que ese es el bello drama que el Autor tiene con Ángela, porque es el bello drama en el que a veces me he encontrado. Odio citarme a mí mismo, pero en la presentación de mi primera novela dije algo que es perfectamente aplicable a esta historia: «tengo que darles las gracias a ellos [mis personajes] por dejarme contar su historia. Yo solo los forme con barro y ellos vivieron y contaron su propia historia». Y les di, como dice el título de la historia… un soplo de vida.

Libro: Un Soplo de Vida – Clarice Lispector

La Casa de Bernarda Alba y la Libertad Encadenada (y el Duelo Eterno)

El teatro es algo de lo que disfruto, tanto de verlo como de leerlo, pero ninguna obra me ha llegado tanto como está, al punto de haber ido a ver la misma obra realizada por tres compañías teatrales distintas. Y pagaría de nuevo por verla.

Por qué si, la obra de Lorca es una ventana a un tiempo no muy lejano, a actitudes salvajes de personas por el “que dirán”, a ideas autodestructivas inconmensurables y a que pasa cuando se encadena la libertad a los jóvenes. La obra, para quien no se ha hecho el favor de leerla, trata de un matriarcado implacable, de una mujer recién enviudadas y sus hijas, y como cada una de estas se toman el Duelo en el que la casa se sumará a causa de la muerte. También, trata sobre el único escape que estas mujeres esperan, un marido que las saque de allí. Trata las ilusiones de la más joven, Adela, intentando rebelarse contra este yugo; las luchas internas entre hermanas por el hombre que las saque de allí; la brutalidad con la que se castigan las relaciones extramatrimoniales; el rol de las personas de limpieza en una familia.  

Nacido en el Siglo XXI (bueno, XX, pero los dos primeros años de mi vida no los recuerdo), la obra a mi pinta un cuadro grotesco. Pero al hablarla con quienes me anteceden en mi familia, esas historias no eran ficción. Si se actuaba así en ese entonces.

Se me plantearon dos ejes desde el primer momento en que la ví, los cuales forman parte del título: libertad y duelo.

Empezaré por la “Libertad”. Independientemente que el concepto de libertad es distinto en el contexto en el que nací yo y nació el autor; creo que Federico no pensaba muy distinto respecto a la situación de las mujeres en la Casa de Bernarda, era horrible. Una situación que deja a las mujeres de la casa con dos opciones, resignarse y rezar por un milagro o morir. Y que hace que los gritos finales que da el personaje de Bernarda al final de la obra nos destruyan.

Y luego, el “Duelo”. No la cuestión psicológica de fondo, que podré o no discutir otro día, sino el evento que representa el Duelo de alguien que nos abandona. Y que me hace preguntar: ¿Por qué? Porque hacíamos eso, porque lo siguen haciendo algun@s. Porque la necesidad de aparecer ante otros como dolidos y tristes, porque cerrar las puertas a cal y canto y vestirse de negro..

Diapositiva24Apariencias. Apariencias gobiernan la familia y son su ruina. La única persona que puede aspirar a algo será la hermana más grande, pretendida por su dinero. Y quizás, la mayor ironía de la obra, es que encontraremos la libertad en los personajes más esclavos: Poncia y la Madre de Bernarda. La primera, será sincera siempre, dirá lo que debe decir cuándo lo debe decir y le dirá a Bernarda en la cara lo ciega que está. Y la segunda, en su propia locura, nos parecerá la más cuerda de todos.

La Casa de Bernarda Alba es magnífica. Nos presenta una historia muy creíble, que es una ventana a su época, pero a su vez una vara para medir nuestra realidad; pues, después de presenciarla, nos sorprenderemos a diario mirando situaciones que nos la recuerdan. Es una obra que todos deben ver escenificada, al menos una vez.

Lee la historia en: La Casa de Bernarda Alba