Flashpoint, no vivir en el pasado

He escuchado docena de veces que este medio es para niños. Hay cierto grado de lógica si planteamos que «dibujo = infantil», e «infantil = simplista». Dos afirmaciones contra las que me he pronunciado en el pasado. Pero, a pesar de ello, también es verdad que ya no tengo tampoco quince años. 

Flashpoint es un evento de DC Comics en 2011, que explora las consecuencias de cambiar un solo momento en el pasado. La historia sigue a Flash, un superhéroe con el poder de viajar en el tiempo, mientras cambia un momento clave de su propio pasado en un esfuerzo por salvar la vida de su madre. Sin embargo, este único acto tiene consecuencias de gran alcance, lo que lleva a una línea de tiempo drásticamente alterada en la que el mundo es un lugar muy diferente, sus amigos y seres queridos son irreconocibles y el mundo es un lugar mucho más oscuro y peligroso

Flashpoint es una fábula, pero que resuena siempre. La lección es la de siempre: los peligros de vivir en el pasado y las consecuencias de intentar cambiarlo; pero con otra visión, pues si algo se cansa de mostrar la historia es que las consecuencias están fuera de su control; incluso cobrándose con el mismo personaje, que intenta infructuosamente retroceder en el cambio. Más allá de la resolución que te deja conforme de la historia (porque no es una resolución feliz), porque es una historia de supers despues de todo, las cosas cambian, las alteraciones existen, y los cambios tienen cierto dejo de permanencia. 

Y es una historia que pega distinto cuando sos adulto. Porque si, cuando sos adolescente, te llega. Perder un ser querido es algo que te suena, que podés haber vivido incluso. Pensar que pones todo el riesgo por un bien mayor, también te parece loable. Y modificar el tiempo parece algo posible pero peligroso. Algo con lo que no debemos jugar. Pero no tenemos un conocimiento sólido de qué significa eso. 

No tengo quince años. No tengo tanto tiempo libre, ni posibilidad de ver tantas películas o series, ni tiempo para leer tantos libros, ni ganas tampoco de hacerlo. Llegan ciertas horas que mi mejor idea es ir y acostarme, esperar al día siguiente que será igual de productivo. Posponer proyectos para cuando se pueda… que se puede, siempre se tiene fe. Pero eso no es lo grave.

Lo grave es ver las sillas vacías cuando toca festejar navidad, o peor, festejar navidad a solas; a kilómetros de aquellos que siempre te acompañaron. Toca repensar cada abrazo con un amigo, porque se empiezan a distanciar en el tiempo; y a valorar cada segundo con un familiar, porque no sabes cuando será el último. Toca dormir en camas que se sienten vacías de más, en la que nos sobra espacio; o lo contrario, unas que se sienten sobrecargadas, en las que el descanso cuesta encontrarlo. 

Es entonces que el concepto de cambiar el pasado nos atrae. Nos llama la atención, en momentos de contemplación, que hubiera pasado si. Si hubiéramos dicho te quiero a tiempo, si hubieras estado ahí en ese momento, si hubiéramos ido a ese lugar que nos invitaron o si hubiéramos dicho que no a esa propuesta. Como un virus mental nos invade, robando las horas de vida que se ven cada vez más finitas, conforme los recuerdos se empiezan a perder en el espiral maldito del tiempo. 

Y es entonces, cuando esta historia vuelve a mi mente. Como una fábula. Como un recordatorio de lo que pasa cuando quedamos en el pasado, repensando, rememorando. Cuando volvemos de la nostalgia nuestra personalidad y tomamos bronca a todo lo por venir, porque no es como siempre lo quisimos. Cuando alejamos al futuro por miedo al compromiso con el mismo, y nos aferramos al pasado perdido, que ya no volverá. 

Cuando ese momento llega, ese recurrente aparece, esta historia aparece para recordarme lo fácil que es perderlo todo. Lo simple es perder al futuro, por atarse al pasado.

Ya no tengo quince, lo sé. Pero los diez de más, me sentaron de maravilla. 

La Abzurdah forma del marketing adolescente. [TW]

Una reflexión sobre el libro del mismo nombre.

¿Alguna vez han odiado un concepto y no a la producción? Me pasa muy a menudo. A diario noto que mis críticas más acérrimas a ciertas cosas es contra conceptos, no contra producciones. Así, no odio cosas como Crepúsculo (realmente soy bastante neutro), sino que odio que haya instalado ese concepto de amor posesivo y celoso como algo deseable; o no odio 50 Sombras de Grey o 365 tanto como odio las narrativas que defienden e impulsan. Y no, no creo nunca hablar de eso… ya hay mucha gente que lo ha hecho y de manera magistral. Bueno, este no es uno de esos casos… del todo. 

[Alerta de Contenido: Abuso Sexual, Abuso de Sustancias, Autolesion, Trastornos de la Conducta Alimentaria, Suicidio y Depresion

AVISO: Es de mis artículos que pueden ser no aptos para todo público, y aunque está bloqueado por edad y procuro no caer en menciones gratuitas o explícitas, este tema es complejo y por ello, recomiendo discreción. Y que si ALGO de lo de allí arriba les hace ruido, por favor, se lo salten. 

Anticipo, por sí saltaron el disclaimer, esta crítica trabaja temas complicados que pueden ser no aptos para todo público. Que voy a hablar de cosas feas. Que si saben de qué trata el libro saben de qué voy a hablar, por encima, porque no soy un experto ni de broma. Que solo mencionare las temáticas sin ahondar en ellas porque ese no es mi fin, pero es parte inalienable de la obra y no me lo puedo saltar. Y que internet nunca debe ser el lugar en el que buscan información de este tema… creo que esa es la única moraleja salvable del libro. 

Recientemente cuando escribí esto originalmente Rachel Oates (alguien que sigo y probablemente nunca lea esto) hizo un excelente video sobre el tema: intención contra resultado. Precisamente hablando de una temática que trabaja el libro, la autolesión; en referencia a un poema de una conocida youtuber de habla inglesa que trabaja la temática de una forma bastante insensible. Un comportamiento del que siento que no se habla lo suficiente, así que si tienen un tiempo, vayan a ver su video. Y no me refiero a la autolesión… me refiero a la irresponsabilidad autoral… y editorial. Este no es uno de esos rants en los que hablo intentando impulsar buenas prácticas, este es uno en el expongo malas prácticas. Algun dia, quizas, pueda hablar de estas temáticas, sobre las que considero necesario discusiones y sobre las que no está mal escribir ficción de realidades… porque hacer de cuenta que no existen no es la solución. Pero romantizarlas… tampoco. 

Abzurdah es un libro que leí en un club de lectura. Que agradezco que existiera porque la responsabilidad del debate final es lo que me impulsó a terminarlo, sino, todavía estaría a medias. Y que me ha dejado muchas sensaciones, muchas contrarias entre sí. Así que iré por partes. En primer lugar, y para dejar esto en claro, no odio a la autora. Tengo mucho respeto por Cielo, no cualquiera se anima a contar una historia tan personal y tan compleja y ponerla a la vista de todos; y eso tiene mérito. Y se que la hizo, con la intención de sanarse a sí misma y de poder ayudar a otros en esa situación (relaciones tóxicas, TCAs, autolesión, etc). Pero, lo dije mas arriba, mi problema no es con la intención… el camino al infierno está lleno de buenas intenciones. Es con el resultado, y principalmente, el marketing. Y eso siento que es algo que escapa (en parte) a Cielo… o al menos es más grande que ella o escapa a su responsabilidad.

Y también tengo que romper una lanza a favor de esto, los libros no causan enfermedades. La producciones a secas no son las responsables, lo he dicho también en el pasado. Pero hasta ahí llega mi defensa, porque puedo (y voy) a atacar el contenido de la historia, algo que no me gusta, pues es una maldita autobiografía, y va a ser difícil que el ataque al personaje construido en la obra no sea un ataque a la autora. Así que voy a aprovechar uno de los recursos de la misma obra a mi favor: los nicks que la autora usa a lo largo de la obra. Porque si, detesto a “Lágrima”, y tengo una empatía enorme con “Clara14”

La obra nos muestra a una Cielo joven, inexperta y vulnerable en Clara 14, su nick en las salas de chat en los 90’. Conoce a su maldición en Alejo, un sujeto que se aprovechará de ella en su adolescencia y con el que tendrá una relación horrible, tóxica, negativa y será causa de todas las desgracias que la protagonista está a punto de sufrir. Si el objetivo de la autora es que odiara a Alejo lo logró en diez palabras; el problema es que si odio al antagonista, no me importa. Y la protagonista está empecinada en importarle al personaje que no me importa, así que leí cada capítulo de la relación “bella” con un rostro inerte y la sensación constante de que todo lo que estaba pasando estaba mal. Y eso que aun no llego a la parte “fea”. Y en este tiempo la protagonista tampoco hace mucho por ganarse mi simpatía

Los años pasan, ella entra a la universidad, y la relación no hace más que empeorar. Y los comportamientos autodestructivos que se empiezan a introducir en su secundaria, se multiplican en demasía. empezando entonces los trastornos de conducta alimenticia (otra vez en formato “how to” cómo critique en 13 RW), la autolesión, y el discurso insistente que lo hace por Alejo… porque así lo sentía Clara14. Y lo oscuro y triste seguirá apareciendo en la historia sin adulterar, mientras el descenso a la locura y a la cercanía a la muerte aparece más y más en la historia. Todo esto se complica aún más cuando aparece Lágrima. 

Pronto Cielo cambiará de a.k.a. y pasará a ser Lágrima, una activista pro ANA-MIA (como se le llama a la anorexia y a la bulimia) y el antagonista de su propia vida. Y el personaje que más odio de todo lo que he leído en literatura argentina. Porque siento que aquí es cuando la novela me perdio, y donde mis anotaciones se comenzaron a hacer con tinta roja. Porque ya no contaba la realidad autodestructiva de una persona sola, ya comentaba sobre lo crudo de la realidad sobre estos sitios y comentaba su parte como colaboradora y creadora de ellos. Y a pesar de la introducción de datos escalofriantes sobre la realidad de los TCAs, no había un solo ápice de autocrítica a Lágrima. 

Lagrima no es redimible. Es solo caos y autodestrucción, tan solo existiendo para llamar la atención de un Alejo que a pesar de ser irredimible, termina hasta preocupado por la persona detrás del alias… pronto nos daremos cuenta que es por su propio interés. Lagrima es detestable, alejando a toda persona preocupada por ella, incluso a periodistas extranjeros preocupados por su trayectoria. Hostil, directa, cruda e increíblemente infantil en su razonamiento, y maravillosamente errada en su mentalidad. Su caida en picado culminara con un intento de suicidio sin exito y una recaida a la autolesion en internacion; antes de que Cielo (la autora) retome las riendas del libro para darte clausura: poniendo una curita en una herida en una vena cava de una historia rota sobre una persona rota. Una historia que deja un poco roto al lector una vez la terminas. 

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Retome este texto casi un año después de escribirlo por primera vez, porque el primer draft era demasiado hater contra una piba que… creo que tenía buenas intenciones. No siento que el libro haya nacido con mala leche, no creo que Cielo supiera el éxito que sería su descargo de vida, pero hay un problema. Yo también tengo una docena de textos que hablan sobre mis comportamientos destructivos, de odios eternos, de guerras sin cuartel declaradas; pero están bajo llave. Yo no lo publico, y a lo sumo, lo reescribo hasta la muerte para destilar el odio hasta hacer algo bello. O lo dejo ahí. 

Con el tiempo he notado que mi problema con Abzurdah no es con la obra en particular, independientemente que ya comente que no resonó nunca conmigo y que el personaje protagonista nunca me llego, siendo siempre más antagonista de la vida de los demás qué protagonista de su propia vida. Es con la difusión de esa obra. Es con el tagline que imprimió Planeta en la tapa que pone la perturbadora historia de un adolescente, es con la adaptación filmográfica desastrosa que hace parecer que era una simple historia de amor tóxico, es con la autora en sus conferencias de prensa recomendando este libro a adolescentes, es con la disonancia narrativa en el texto entre las estadísticas reales de la gravedad de los TCAs que parecen puestas a presión de algún agente literario y con el relato en primera persona que parece casi apologético en ocasiones. 

Abzurdah es el relato de una lucha interna, e incluso la autora reconoció no estar recuperada del todo cuando lo publicó. Un relato triste, con un final esperanzador cauteloso, y que estoy feliz de que sea un final feliz en la vida real para Cielo Laitini. Un relato que ha admitido haber escrito para sanar, y que estoy contento que haya servido de manera catártica. Mi problema es que cuando a tu catarsis la firmas con la editorial más importante en literatura adolescente y le pones un precio de admisión, ya no es catarsis. Y si bien soy el primero en aplaudir cuando alguien puede hacer arte de su dolor, esto se siente casi como monetización del sufrimiento y lo siento incorrecto.

Leí este libro con 22 años, lo comento con 23. Mis compañeras de secundaria lo leyeron con 15 o 16 años; porque fue estudiado como el mercado para este tipo de pseudo-ficción o semi-documental. Se pusieron en la fila para ver la película con la China Suarez de la obra. Y la autora aprobó ese guión (está acreditada como co-escritora); y la autora aprobó una carátula con una modelo simulando provocarse el vómito, y luego, la portada variante, con un sacapuntas ensangrentado. Y respecto a esas decisiones, es que tengo un problema.

Cielo era comunicadora cuando lo publico. Sabía la responsabilidad que tenía como tal, y aun así, difundió un libro que si bien es bello en su confusa narrativa, y triste en su historia, es peligroso. E, independientemente de sus intenciones cuando lo escribió, cuando lo editó, y cuando lo publicó… el resultado es disonante. Y cuando el libro aclara en su prólogo “no ser para nadie” y luego tengo que pagar un valor elevado para tenerlo, hay otra disonancia. 

Pero donde hay mayor disonancia es en mi pensamiento sobre el libro. Porque no me disgusto. No odio el libro, en un vacío es hasta interesante, pero no está en ese vacío. Abzurdah es parte de la conciencia colectiva, es lo primero en lo que muchos pensamos al hablar de TCAs, y como es iniciador de discursos, es generador de estereotipos horribles. El libro, como elemento cultural y político es desastroso. Pero, hay un silver lining en esto.

Este libro no lo recomiendo a nadie, pero estoy dispuesto a hablar de él. Y si el objetivo de Cielo, a pesar de todo, era que se hablase del tema, ese crédito es de ella. Es lo único que estoy dispuesto a cederle.-

Rompiendo las Cadenas del Sistema

Hay algunos temas de los que decido no hablar activamente. No porque no me interesan, o porque no considere que sean interesantes las posturas que pueda extraer de ellas, sino porque… no me considero una persona “legitimada” a hablar del tema, sin sentir que estoy “robando lucha”. ¿A qué me refiero con todo esto? Soy un hombre cis de clase media y aunque años de trabajo en contextos de vulnerabilidades me han podido mostrar realidades con las que he podido empatizar, pero es imposible que me identifique en primera persona. Y dentro de estas, una temática muy importante es la violencia de género. 

Sin embargo, hay una forma en la cual puedo hablar de esto de manera que me deje conforme. Y… es precisamente no hablando yo. Recientemente tuve la oportunidad de leer un pequeño libro de una autora local, que debo recomendar a toda costa, y que me dio a entender que la mejor forma de hablar de estos temas es citar a alguien que hable de ello mejor que yo. Para eso estoy acá. Para recomendar tres libros en particular, todos locales (y todos realmente difíciles de conseguir para cualquiera que me lea desde cualquier otro lado que no sea este pueblo perdido en el desierto). 

“Estuve en el barro y salí. me costó, porque al igual que el bosque no deja ver el árbol, el barrizal no deja ver el bosque”. Y todo empezó por este libro de Viviana Rodriguez, llamado Romper Cadenas. Un libro corto, recopilatorio de microrrelatos, que se recrudecen página a página. Relatos que se sienten reales, porque lo son. No es que tengan paralelismos con la realidad, son la realidad. Son historias reales, algunas más conocidas que otras, una realidad que da más profundidad a los relatos, y los hace más trágicos. La autora es consciente de ello, anticipandonoslo en el prólogo, presentando una realidad que se ha decidido ignorar por mucho tiempo. 

“Y a todo esto, lo vamos absorbiendo, naturalizando, hasta convertirnos en eso que otros quieren que seamos, en eso que a otros les conviene que seamos. En eso que a nosotras no nos conviene ser. Pero qué importa el sometimiento (…) mientras no nos salgamos de los cánones que establecen cómo se debe portar una nena, una señorita o una señora”. La “solución” según la autora: “empecemos por conocer nuestros derechos y luego por ejercerlos. ¿Cuáles son? Pues los mismos de ellos”. Y no es una solución a la realidad social, es más una recomendación para salud del lector, que es consciente del universo en el que coexiste y de los cambios sociales que son necesarios para cambiar la realidad. 

En el mismo sentido, dos autoras publican Mujer Mutante, bajo los pseudónimos Jazmin y Mima. Una serie de historias humanas y cercanas, historias reales contadas desde una perspectiva de personas que deciden hablar de su crecimiento en esta realidad. “Soy una niña con una inmensa incomodidad con el mundo que me rodea. Me genera mucha incertidumbre. No entiendo el porqué de algunas cosas. Quizás porque no hay respuestas. Está todo tan naturalizado” (Yami). Historias que van desde el optimismo y desesperanza, y que mezclan tristezas y alegrías con el objetivo claro de difundir la realidad que conocen y que piden que se presente.  

Quizás como respuesta al pedido de difusión de esta realidad, casi en simultáneo se presentaba Mortales Oíd el Grito Sagrado de Jacqueline Barraza. Una autora que no se encuentra alejada de la tematica, teniendo ya una trilogia de historias sobre realidades oscuras, tragicas y que a menudo se ignoran: violencia de genero, trata de personas y violencia laboral. Pero quiero llamar la atención a su último libro, porque a pesar de ser el más reciente, y menos ficcionado, considero como el más importante. 

Como dice Jacqueline “Queda mucho camino por recorrer”. En un corto libro, más ensayístico que literario en relación a sus anteriores trabajos, plantea la historia de los movimientos feministas y de las mujeres, y los presenta tal cual son. Y, en el departamente de lo que nos toca a nosotros y la construcción de nuevos significados nos da una tarea simple. “Se trata de dejar de imaginar el feminismo como un peligro (…) sino como un espacio por el que todas las personas pueden transitar (…). Se trata de reflexionar sobre los estereotipos y los costos de estos en nuestras vidas, de cuestionar los patrones sexistas (…). Se trata de asumir que toda persona es parte responsable de la perpetuación de relaciones desiguales, sustentadas en la dominación de unas por sobre otras”. Se trata de hacer nuestras parte, y en tal sentido, mi parte es recomendar la lectura de estas y otras autoras increíbles. 

Ya he hablado acá y en otros lados del increíble poder de la literatura para contar historias, para dar espacio a aquellos que no suelen tenerlo. Y en este departamento está claro que existe mucho escrito, y muy bueno. Esto es solo un sneak peak, una presentación; creo que la primera de muchas, en la que presentó historias no tan conocidas, sobre realidades que se deben de conocer.

El Principito, crecer y no olvidar

Nunca esperaba escribir esto, lo aseguro. Pero para hacerlo, debo presentar el contexto en el que consumí esta película. Eran altas horas de la noche, se habían acabado las bebidas y las papas, y estábamos durmiendo sobre un sillón mientras dábamos vueltas en Netflix cuando recordé vagamente una recomendación de esta película y decidí ponerla por su corta duración. Y… carajo que no estaba listo para lo que la película me arrojó a la cara. 

Lo que pensé seria una película infantil mas del montón, una adaptación sencilla de una historia super conocida (y bastante surreal), se presenta como una película llena de alma, con un mensaje simple pero efectivo, y una reversión de la historia clásica que hablaba sobre la vida en un contexto de guerra; para comentar sobre la vida en nuestro contexto automatizado y ultra exigente. Y una película que golpea mucho más fuerte de lo que tiene derecho a hacer, 

¿Situada unos años después del libro original? (ya lo dije, es una adaptación libre); seguimos la historia de una niña, que se muda a una casa estándar en un barrio estándar, que está en descuento por encontrarse al lado de un sujeto increíblemente excéntrico como es el aviador. La niña, que tiene toda su vida planeada por su madre, empieza a reunirse a escondidas con el excéntrico aviador, que le cuenta sus aventuras con el Principio, en una interpretación bellisima de los dibujos e historias originales en una animación con un estilo papel mache. 

Para ese entonces yo pensaba que la película iba por ahí, una adaptación libre, luego el principito viene, fin de la historia. Pero… no. El segundo acto es lo esperable: la madre se entera y se enoja, la niña tira los dibujos, el aviador se muere (bueno, no, pero por un segundo lo creí)… pero, no, solo lo hospitalizan, y comienzo el tercer acto que es el que me pego. 

La niña queda sola, y promete buscar al Principito para traer novedades al aviador de él, pero tras salir en el avión se encuentra a un universo bastante distópico para una película infantil, en el que guiado por su zorro de peluche, se encuentra a los personajes de la historia original: el Hombre de Negocios, a cargo de una ciudad sin sol, ha apresado a las estrellas (si, logro su cometido); y con ayuda del Vanidoso, gestión la misma. Mr. Prince, es una suerte de conserje triste que ha olvidado toda su historia y trabaja ahí; e incluso, cuando la niña lo enfrenta, intenta mandarla a una “escuela de reeducación”. ¿Acaso esta película entiende su público objetivo? 

La película de “El Principito”, me hizo repensar la historia original, y la termine revisitando. Y entiendo que es ULTRA cliché decir que el libro es excelente y que lo debes leer como adulto, y eso… es el Pablo Coelho de los libros infantiles: todos los conocen, y todos son unos pretenciosos que lo odian. Pero… no, no es tan simple y en muchos sentidos, ni siquiera sé si es un libro infantil. Es un buen libro en todo sentido, con mensajes que siguen siendo igual de válidos a la fecha y me gusta que la película conservase eso, quizás adaptándolos a nuevas generaciones con nuevos problemas y nuevas necesidades, pero para la que sigue siendo válido el comentario sobre la pérdida de nuestra infancia. 

En ese entonces estábamos en plena guerra, pero han pasado más de  setenta y cinco años desde el final de esta y la infancia, para muchos, sigue siendo el enemigo. Felicitamos a aquellos que crecen con demasiada velocidad, incluso contra su propia voluntad; vilipendiados las expresiones de la creatividad o cualquier utilización del tiempo de modo no productivo; crecemos con el pensamiento que lo mejor que podemos hacer es olvidar eso que nos hacia niños. Crecemos y olvidamos, hasta que algo nos hace espabilar. Quizás uno de mis mayores miedos es terminar haciendo precisamente eso. 

Quizás por eso esta película me llega tanto. Quizás porque estoy aún a tiempo de no hacer eso… de no olvidar quien fui en mi infancia, y cuáles fueron esos libros que mi madre me contaba. Quizás porque la realidad en la que nos obligan a crecer no es para nada lo que yo esperaba, pero son uno en los que estoy contento de acompañar a otros. Y quizás, porque al perderle el miedo al crecer y perderme, es una de mis mayores motivaciones.

Pero, como me dijo alguien muy inteligente hace un tiempo: “no te preocupes, jamás te lo vas a permitir”. 

Los Juegos del Hambre: Panem et Circenses

Panem et circenses. Así es como los romanos decían mantener su sociedad. El imperio más influyente en la historia occidental tenía una cuestion que lo caracterizaba, conocer precisamente que un pueblo con entretenimiento y el estómago lleno tenía pocas probabilidad de rebelarse. Plutarch, personaje de la segunda y tercera parte de esta entrega, le dice eso a Katniss, cuando le dice “de donde viene el nombre” del país distópico y autoritario en el que viven, y el por que del poder del Capitolio. Fastuosas cenas y el máximo entretenimiento: los Juegos del Hambre. Aquellos que tuvieron siempre la suerte de su lado, no tienen necesidad de rebelión; y aquellos aportados por el régimen en la última, no tienen voluntad de hacerlo. 

Por suerte estamos muy lejos de eso… ¿no? La respuesta es sí, por supuesto. Pero los paralelismos entre la sociedad del Capitolio son, como dije hace un tiempo sobre todas las distopías, un mapa sobre lo que no debemos hacer. Y, con un bombardeo de esa pornografia violenta que ponen en nuestra televisión, como diría cierta banda de rock alternativo

Bueno, Suzanne y yo vimos un mismo problema, solo que yo tenía quince años y ODIABA el concepto de los reality shows, mientras que todos mis compañeros sabían que estaba pasando en la casa de GH, o cual era la última pareja eliminada en Tinelli. Y yo me sentía afuera de un ambiente; afuera de un ambiente al que intente entrar para “ser parte” y que nunca entendí, y que a pesar de todo el tiempo que ha pasado… sigo sin entender. Ya he hablado de que odio los reality shows en otra oportunidad. Y Suzanne escribió un libro, entendiendo mucho mejor el concepto. Y el German adolescente lo amo. 

Panem es una distopía de poder absoluto, en una sociedad en la que unos pocos disfrutan como pobres se matan entre ellos para su entretenimiento. Una sociedad que desecha a las personas tras un tiempo, que existe en una ficción promovida por medios de comunicación asediantes y en la que todo resabio de humanidad se ha perdido. Uno en el que el entrenamiento volvió a los coliseos, en el que se repite constantemente los juegos anteriores y se convierten las arenas en museos de muerte. En el que todo intento de rebelión es aplastado brutalmente, en el que algunos tributos de los distritos más pujantes toman como orgullo participar de los juegos, mientras que los pobres se saben condenados tan pronto su nombre sale en la colecta, y lo único que les queda es disfrutar de la comida que les darán en la previa; e incluso se han condenado más de los necesario a causa de las “teselas”, una ración de harina y aceite a costa de poner tu nombre una vez más en la colecta.

Los Juegos son el ápice de una cultura en la que el juego por sobrevivir empieza antes, desde el momento en el que la moneda de la suerte cae y dictamina en que grupo nos toca vivir. Y en eso último es donde su universo no dista mucho del nuestro, del país que se invadía cuando Suzanne escribía el libro, y de las zonas más desaventajadas de nuestra realidad. No les estoy pidiendo que vean África u Oriente Medio… vean las realidad que vivimos en nuestras urbes principales, en las que el frío o el hambre se lleva cientos a diario (y ahora, a causa de cierto virus, esas cifras pasan a miles). En el juego por la supervivencia, algunos nunca tienen la suerte de su lado. 

Suzanne Collins nos demuestra eso en el Capitolio, contrastandolo deliberadamente con los distritos; mientras unos ven los juegos como entretenimiento, los otros lo ven como una condena a muerte. E incluso, los distritos más acomodados, aquellos que tienen más poder, tienen una condena a muerte al comenzar los juegos, pero han desarrollado toda una cultura en torno a esa mentira. Los distritos más pobres, aquellos que no han tenido posibilidades nunca, son los que más saben que la suerte nunca estuvo de su lado, mientras los del uno o el dos se han tragado toda la publicidad del Capitolio (los del dos tienen más motivos, son la base de operaciones del ejército del Capitolio); y ven ganar los juegos como algo reconocible. Poco saben que es en realidad una condena… nosotros recién lo sabremos en el tercer libro. 

Los Juegos del Hambre, los verdaderos, se juegan desde el momento en que estos habitantes nacen. Lo dice Katniss desde su perspectiva, tener kilos de más es atractivo en los distritos como el doce, porque es señal de que pueden comer más que los demás. Mientras tanto, en el capitolio, se bebe una suerte de IPECAC (un líquido que induce el vómito) en las fiestas para poder seguir comiendo. 

Los Juegos son algo que quienes vienen de esos lugares juegan hace años, en menor medida. La diferencia es que en vez de proyectarlo para diversión de la sociedad de los que podemos más; decide directamente hacer de cuenta que no existe. No lo proyecta en las noticias, ni en los diarios, salvo momentos muy específicos en los que un evento en particular nos recuerda de esa realidad… por unos dias, y pronto nos olvidamos. 

Es que los medios tienen ese poder: deciden que debe importarnos. Deciden mostrarnos algo, y lo repiten al nivel de que lo naturalizamos como un verdad, como una realidad. Y en el caso de los realities se nota aún más, pues crean una realidad alternativa falsa. Una realidad que muchos se creen, aun ahora, sorprendentemente. Una realidad que anestesia y hace que no notemos los verdaderos problemas. Una realidad en la que muchos deciden vivir. 

Las novelas adolescentes a menudo se subestiman. Se las toma como mero entretenimiento ligero y olvidable. Y apenas se toma en serio la narrativa que impulsan, el discurso que instalan, lo que dicen de nosotros. Muchos, dentro y fuera de esta plataforma, se han quejado de mí sobre análisis a cosas, principalmente aquellas que “son solo entretenimiento”. Cosas que no merecen, según algunos, un análisis tan profundo, que no lo merece. Y nada está más lejos de la verdad. Los libros para jóvenes son importantes, los mensajes que promueven son importantes, y debemos evaluarlos y ver que dicen de nosotros. Que dicen de la adultez que los crea. Y cual es la consecuencia de eso. 

Personalmente amo que me haya obsesionado con este libro de adolescente; porque al menos puedo rescatar ciertos pensamientos críticos de libros ligeros que llegaron a engancharme al nivel de ver las últimas películas de la saga en la premier. Excepto Sinsajo: Parte 2, pero eso tiene que ver con una tendencia mía a no ver los finales de las sagas que me enganchan, quizás otro día hable de eso. Amo también, haber pagado valor de venta del libro popular del año cuando surgió, y de tenerlos en un espacio privilegiado en mi biblioteca. No solo porque se que hay peores sagas que poseer, si no porque esta novela, inició la chispa del postapocalipsis que me hizo leer todas las sagas del fin del mundo de moda, luego las clásicas, y… quizás ni siquiera Proyecto Apocaliptia hubiera existido sin Los Juegos del Hambre. Y por cosas como esa, es que nunca hay que subestimar a los amores de la juventud. Everlark sigue siendo mi segunda pareja favorita después de todo.

Libro: Los Juegos del Hambre – Suzanne Collins

Fahrenheit 451 y el Peligro del Pensamiento Crítico

“Las personas dejaron de leer”. Esa es la premisa de esta historia. Ese es el disparador que inicia mi libro menos favorito de la triada distópica, pero quizás el más realista, en el sentido de que tiene conceptos que han ocurrido en la historia de nuestro mundo. Y con este eje terminó el por siempre pausado análisis del libro más conocido de un autor del que prefiero sus otras obras; pero que tiene un concepto que considero importantísimo debatir… los grandes peligros de la lectura. 

Bradbury, en su Fahrenheit 451 (la temperatura a la que arde el papel), nos presenta a Montag, un bombero incendiario. Porque en este universo, los bomberos queman. Queman libros y queman personas que los poseen. Seguimos a Guy Montag, un bombero que cambiará su vida desde conocer a Clarice, una joven que desestabilizará la vida de él, haciéndole conocer la realidad del pasado; y que le hará notar lo extraño de su realidad, y porque se adaptó a la misma. Y empieza a generar un peligro para todos… pues empieza a tener “pensamientos independientes”.

Y quien dice “grandes peligros”, dice grandes peligros al status quo. Porque esos son los bomberos en esta historia… mantenedores sociales del status quo. Incluso en la (no tan buena, no se porque la hicieron a lo Black Mirror) adaptación de HBO de la saga se trabaja ese concepto. Los lectores, los intelectuales, los refugiados son los clásicos revolucionarios; pero en este mundo, la guerra por las ideas ya la han perdido. La verdad es lo que se dice y se enseña, y todo lo incorrecto, lo impuro, lo peligroso, lo que hace pensar que debe morir por el fuego. 

Bradbury ni siquiera es sutil en sus referencias. Como la inquisición quemó pensadores en su época en hogueras, como los nazis quemaron literatura en las mismas, como los dictadores nuestros países lo hicieron. Promovieron la ignorancia y el desconocimiento, la verdad universal que ellos decían era la única existente y así la gente lo creyó, porque era la única opción. La gente no dejo de leer por voluntad propia, al menos eso creo yo. La gente dejó de leer porque le dijeron que leer era malo, que el saber era nocivo, un pecado; que cuestionarse los llevaría a la locura porque problematizarse es eso… abrazar la locura. Y la gente bajó la cabeza y creyó. Compro ese mensaje y lo hizo propio, y luego comenzó a juzgar lo que no concordaba con ello. 

Montag habla de una sociedad, similar a la de Huxley, en que se quema la literatura por salud de aquellos que viven allí. Una sociedad que dio la espalda a los libros por el poder que estos tenían de producir sentimientos, de afectar a los otros, de “confundir”. Una sociedad, que se conforma por sí misma, y acepta esa realidad. Una sociedad condenada, como vemos al final; que se vuelve ignorante de la destrucción que ante ella se presenta y que será su condena. 

Si algo hace que este sea mi menos favorito de la trilogía distópica, es que siempre me pareció un imposible. El ser humano es por naturaleza curioso e investigador. Busca la verdad de las cosas por sobre todo, a cualquier costo. Promover la eliminación del pensamiento crítico es… antinatural. Es ir en contra de nuestra propia naturaleza. Y creo que es ese el motivo por el cual esta novela es mi menos favorita (que a ver, la distopía me encanta, esto es como decir que es mi sabor menos favorito de helado… sigue siendo helado): porque nunca me pareció posible el mundo que plantea. Porque siento que si llegamos ahí nos perdimos como especie.

Fuera del Deux Ex Machina del final (porque la guerra es eso… y siempre me pareció super cliché), Fahrenheit es una excelente historia, que establece la importancia que tiene que la sociedad los “pensamientos independientes” (o sea, los pensamientos a secas); y porque los debemos promover. No hace falta que se reinicie nuestra sociedad… solo no debemos olvidar quienes somos. 

Libro: Fahrenheit 451 – Ray Bradbury

Un Mundo Feliz, y el veneno del Soma

Recuerdo claramente una viñeta que hace un tiempo se había vuelto popular, comparando los fines del mundo de Orwell y Huxley; como, mientras uno pensaba que nos rendiremos ante el miedo y que el poder totalitario sería lo que nos hará perdernos como humos, el otro especulaba que renunciaríamos a nuestra humanidad por una estabilidad que nos haga “felices” todo el tiempo. Y hablaba sobre lo cerca que estábamos de rendirnos al veneno del Soma… y en ese entonces  eso resonaba conmigo, la primera vez que leí esta historia.

Pospuse eternamente este escrito al que hago referencia en mi primer artículo, pues considere importante leer la historia original de nuevo antes de empezar a escribirlo… aunque siempre tuve en claro de que iba a hablar: el Soma. Y agradezco no haberme apurado, porque Dios no recordaba bien esta historia; o quizás muchas cosas pasaron por encima de mi mente adolescente… incluso el final, el cual he históricamente mal interpretado. 

Un Mundo Feliz trata de Bernard Marx, una suerte de psicólogo del cuerpo social; un desadaptado, al que se acusa de haber sido creado con alcohol, lo que lo hace una persona completamente infeliz, a pesar de ser un Alfa. Su vida es contrapuesta a la de Lenina, una Beta-Más, una enfermera del Centro de Condicionamiento. La historia del mundo es la historia de los axiomas que se les han inculcado desde niños: las repeticiones. Y la ficción es clara en el sentido de la sociedad, en la que todos aman lo que deben hacer; y cómo les asfixian los mensajes y los mantras que se repiten hasta el cansancio. A nosotros, los no felices, nos asfixia. 

El mundo distópico de Huxley es asfixiante e impresionante a la vez. La representación insistente en medidas y cifras vuelve loco a cualquiera, es más, expulsa a ciertos lectores por ello. Y eso es lo que más habla. El universo de Huxley lo siento más lejos de lo que lo planteaba el autor, pero es un peligro constante en la mente de cualquiera…el triunfo del conformismo. Porque si, el conformismo, y la reprogramación da estabilidad, pero ¿a que costa? Es establecido que el Soma mata lento a aquellos que lo usan, por lo que no es muy distinto de ciertos opioides muy utilizados en nuestra realidad; pero allí, en vez de ser algo entregado a personas con dolencias específicas (y mal utilizados por una gran cantidad de personas, pero no voy a hablar de eso hoy ni probablemente nunca, no estoy capacitado para hacerlo), es impulsado por el gobierno. Como la pastillita de la felicidad.

Y en esto, hasta el mismo Bernard se rinde ante el Soma. Porque ese dejo de infelicidad que no puede despejar lo ayuda tanto. Porque eso tiene el Soma, es atractivo, es llamativo, es imposible rendirse al concepto de lo que él mismo puede otorgar: felicidad. Y es llamativo que el desadaptado, el desubicado, él fuera del lugar es el único que nota que el Soma envenena; pero su intento de despertar a una sociedad que disfruta de estar dormida, cae en saco roto inmediatamente.

Y la historia es la mayor representación de la otredad. El concepto de los salvajes, de las tierras que no vale la pena civilizar (vivo en una de ellas), me hace resonar la dicotomía histórica entre Civilización y Barbarie, muy popular en mi país. El desprecio por la ignorancia de las culturas ajenas y esta fusión extraña que representan los salvajes, producto de la Guerra que establece Huxley que ocurrió en el pasado (que me recuerda a Honest Hearts). Y al mismo tiempo, la sociedad asceptica de la Civilizacion, la frialdad de la realidad enfrentada a la capitalizacion del sexo… la pérdida del sentimiento por la inestabilidad y esa increíble reflexión sobre la felicidad existente en el sufrimiento, hecha por uno de los personajes menos relevantes e interesantes. Porque eso es lo mejor que tiene la historia: sus personajes. 

Quizás eso tiene crecer y releer una historia. Me encontré empatizando mucho más con John y la magistral muestra de la poca comprensión antropológica que tenemos de los que son “distintos a nosotros”. Habla de un joven roto, no deseado y violentado; que entiende este como el único modo de vida. Y no es el único personaje que comprendí más de adulto. Me encontré entendiendo a Lenina, que es menos una “imbécil neumática”, y más una joven condicionada por las repeticiones y que no puede ser más que lo que fue educada para hacer. Incluso con Bernard, que en su irrefrenable búsqueda por eliminar lo que de él se dice toma decisiones cuestionables, mientras se le sube el poder a la cabeza, y se da el golpe al caer de la cima de la sociedad.

Un Mundo Feliz es una distopía que depende de la edad con la que la vea me llevo cosas muy distintas. Y una en la que mi visión ha cambiado, de una que era totalmente fatalista y que esperaba el momento en el que la ficción se volvería realidad a la vuelta de la esquina a una mucho más positiva. Quizás tenga que ver que mis grupos han cambiado, mi actitud ante la vida ha cambiado y que he encontrado muchos más Salvajes en mi vida desde la primera vez que lo vi; personas no dispuestas a tomar el veneno del Soma. Personas que no están dispuestas a aceptar la realidad que les tocó vivir, y luchar para cambiarla; personas que notan el veneno que nos impulsan a veces ciertas personas o grupos para comer y lo rechazan;  personas que saben de las injusticias del mundo y hacen despertar a otros. Personas que me hacen ver que no estoy solo en el mundo, que me hacen sentir que no soy “una parte más del aparato social”.

Personas y contextos que me dieron ganas de decir que yo también me prefiero así “Prefiero ser yo mismo. Un yo amargado y todo, antes que ser cualquier otro y alegre«.

Libro: Un Mundo Feliz – Aldous Huxley

El gran Gatsby y Psicópata Americano, la vida bien

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El dinero (no) da la felicidad, debe ser de esas afirmaciones que todos decimos para quedar bien, y pocos pensamos de verdad. Porque en serio, quien no se ha sentido atraído por el concepto de tener “el mundo en tus manos”, la capacidad de obtener lo que sea cuando lo deseemos, todo gracias a la magia del dinero. Y por un tiempo, esta fue la regla social: tu objetivo en la vida era “ser como ellos”, aquellas personas con dinero por suerte o habilidad, apuntar a ser parte de una elite perfecta en la que no ocurren desgracias y no hay necesidad de nada, y el sufrimiento es inexistente. 

El “sueño americano”, aparece en estas dos obras como el eje principal, o, al menos, la versión más cínica de esta. El concepto de ser exitoso, como objetivo, a como dé lugar. La búsqueda del éxito (monetario), como objetivo principal en nuestras vidas. Y el fracaso como exclusiva responsabilidad de la falta de esfuerzo. No creo que yo haga un descubrimiento monumental cuando diga que el sueño americano es una ficción. 

Y digamos que el concepto de “la vida bien” se cae a pedazos desde el momento en el que admitimos eso, y de eso tratan estas historias. Las dos son character studies, una, sobre un personaje casi fantástico que hace fastuosas fiestas con cientos de invitados para mostrar sus logros y presumir de la vida en que vive; la otra, sobre un empresario que tiene todo dado, asegurado por ser el hijo del dueño de la firma, inestable a niveles increíbles y que nos hace pensar que un villano cínico y despiadado, es lo más normal que podemos en ese universo.

Dos visiones muy distintas, de épocas distintas; dos distopías, en el sentido más puro de la palabra; y dos realidad alternas, de personas muy distintas, con circunstancias de vida muy distintas, y con finales distintos (¿?), pero ambas con un crudo mensaje contra la sociedad de la época. 

El gran Gatsby es una historia de ficcion clasica, sobre este personaje del mismo nombre, que llega a la vida de nuestro protagonista Nick, a darla vuelta. Vemos la crudeza de un pasado que no perdona, la hipocresía de una sociedad que solo vive a través de lo que aparenta, los dolores de un personaje que tiene “todo” (o casi todo, pues ha perdido a quien ama) y un final trágico para el personaje que da nombre al libro. Un final lógico, para el personaje que es “mejor que todos”, en palabras del protagonista; para un personaje que “no pertenecía” al grupo, habiendo nacido en la nada y muriendo finalmente en la nada, en donde nadie lo acompaña, y en donde su memoria es preservada por un sujeto que ni siquiera sabía su verdadero nombre. 

American Psycho es una película sobre Patrick Bateman, un corredor de acciones y trabajador de empresas que es, internamente, un psicópata en secreto. Lo seguiremos en su camino de perder la sanidad, mientras vemos como un elenco de personajes altamente superficiales y poco reflexivos, comparten el universo con él. 

Ambas historias trabajan conceptos similares: la hipocresía y la ostentación, la ignorancia deliberada por parte de la sociedad ante ciertos elementos despreciables, y ambas terminan con la muerte de los personajes que dan nombre a la historia. Y se lo que me van a decir, Bateman no muere al final… pero en realidad, si lo hace. Su “fachada”, esto es, el Patrick que todos conocen, si muere al final de la historia. Su personalidad psicópata toma el control, pues nadie nunca pudo tomarlo en serio. Ambas producciones terminan con la muerte del protagonistas, literalmente o no, pues la realidad en la que viven, se los come vivos. 

Y ese creo que es el mensaje principal de ambas historias. Son un cautionary tale sobre lo que pasa cuando dejamos que una mentalidad utilitarista nos conquiste en todo sentido, ambas son una muestra de que hay elementos (el pasado y nuestra mente) en las que la economía es imposible que haga modificaciones. Y un recordatorio de que en las altas esferas, no solo se puede no ser feliz, sino también que ciertos comportamientos detestables de nuestra humanidad pueden darse mucho más simplemente y sin consecuencias por grupos que recriminan a otros tener los mismos comportamientos. 

Aún hay algunos que se siguen creyendo el llamado sueño americano en el Siglo XXI. Pero digamos que de ese sueño despertamos hace rato, la mayoría, incluso los mismos estadounidenses. El mundo no es tan simple, las probabilidades de éxito por motus proprio son inexistentes, y todos somos condenados por nuestro origen; sin embargo, la meritocracia suena como algo muy atractivo para dejarlo ir. El concepto de ser grandes por nuestro propio esfuerzo, y la inexistencia de trabas sociales, naturales o geográficas es una utopía, una mentira peligrosa de creernosla, pues nos hará caer en un fracaso absoluto al ponernos de meta un imposible. 

No quiero decir que no vale la pena el esfuerzo, o que no se puede llegar lejos por el mismo, esto muy alejado de tal postura pesimista. Pero si, que esperar el éxito naturalmente por el esfuerzo es suicida, y que pensar que llegamos donde estamos por únicamente nuestro esfuerzo (sin tener en cuenta ciertos privilegios de los que hemos gozado), es miope cuanto menos. Los que tenemos éxitos, por grandes o pequeños que sean, debemos ser conscientes de ello, y bueno… en el mejor de los casos, hacer lo posible por modificar las realidades de aquellos más desaventajados. 

Y si, fue decir privilegio y perder a muchos de los que leen esto. El problema es que tenemos mal conceptualizado el término. Muchos se sienten acusados de privilegios, y piensan inmediatamente que eso esta mal… que ellos les ha costado mucho llegar donde están y que nunca tuvieron privilegios de ningún tipo. El problema no es eso, el privilegio no es una ventaja otorgada de manera graciosa a ciertas personas, de manera directa. Es más simple verlo como el simple hecho de que en la carrera de la vida, no todos arrancamos del mismo lugar, ni tenemos los mismos obstáculos. La mentira peligrosa de la meritocracia dice otra cosas: que los que fracasan es porque no lo intentan, y se llenan con frases del tipo “la pobreza es mental”… una mentira que si nos tomamos a pecho, nos hará terminar como los protagonistas de estas historias… infelices hasta nuestro inevitable final.

Inception y 300 Millones, dos obras de ensueño

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Uno de los momentos que mas me marco de la saga de Las Crónicas de Narnia, es la Isla Oscura en la Travesía del Viajero del Alba. En esta, los personajes encuentran una isla en la que “los sueños se hacen realidad”. Los marineros celebran el encuentro, hasta que el sujeto que había estado atrapado por tanto tiempo en ese lugar, les grita que son “los sueños” y no “las ilusiones” las que se hacen realidad. Los marineros, recordando todas las pesadillas que jamás habían tenido y muertos de miedo empiezan a intentar escapar y lo hacen por los pelos. 

Es que los sueños tienen eso, son un arma de doble filo. Pueden llevarnos al mayor de los cielos o al peor de los infiernos. Eso es algo que no sabemos hasta qué cerramos los ojos, y que solo sabremos al despertar. Y quizás, ni siquiera lo recordemos cuando lo hagamos. Pero… ¿puede que un sueño nos cueste la vida? ¿Puede que un sueño valga la pena más vivirlo que la vida normal? ¿Puede que perdamos la línea entre lo real y los sueños? Esas dos historias parecen afirmar estas premisas. 

Dos historias, un drama teatral de Roberto Arlt y una película de Christopher Nolan, con una visión interesante sobre los sueños y las influencias de estos en nuestra realidad. Las dos contadas desde la perspectiva de los que habitan nuestro sueño, y las dos en las que pasamos más tiempo en “el mundo de los sueños”, que en el mundo real. Y, el motivo de este “crossover”, las dos con una visión crítica de nuestras memorias y la fiabilidad de las mismas, y con un final trágico para (algunos) de sus protagonistas, que pierden la división entre su realidad real y la realidad al cerrar los ojos, acabando con sus propias vidas. 

En 300 Millones tenemos una realidad más cruda que en Inception. Una empleada, pobre y en la desidia, en cuyos sueños tiene la suerte de heredar una suma impresionante de dinero de un protagonista de las novelas de ficción que leía en su tiempo libre. Una historia contada desde las perspectiva de los personajes de los sueños, que lejos de ser alegres y coloridos personajes; son cínicos, oscuros y con franca malicia, vemos cómo el ser personajes de sueños es más una maldición para ellos que algo que sea un gusto, incluso llegando a festejar la muerte de la protagonista.

En Inception, tenemos una pelicula de accion… o al menos así nos la venden, y si solo vemos el trailer, pensariamos eso. Una película de robos en sueños. Pero, mientras más abajo vamos, para realizar “el Origen, la implantación de la idea”, descubrimos que la historia es más compleja que eso. Un drama interno atraviesa al protagonista, un relato de culpa y responsabilidad por la muerte de su esposa, de la cual se siente responsable. Una mujer que, obsesionada con la idea de que se encontraba en un sueño propio (idea implantada por el protagonista, el Origen que este ya había hecho), termina con su propia vida. 

En ambas historias vemos un concepto similar: el escape al mundo de los sueños como única opción. En el caso de Inception, esto fue una realidad, al menos por un tiempo, pero una vez despiertan por primera vez… todo se pierde. El límite entre realidad y sueño, y ficción mental se va, y para la desesperada realidad que viven los personajes de la historia, la mera creencia de la posibilidad de viajar a ese mundo de sueños, en el que estaba mejor que en su realidad, es suficiente impulso para tomar la decisión fatal. 

No voy a mentir si dijera que no estoy obsesionado con los sueños. A veces los siento como la habitación del peligro de los X-Men (o el circuito de pruebas de divergente de Osadía), una prueba de cosas que van a ocurrir. A veces los siento como suerte de premoniciones, de cosas que pueden llegar a ocurrir de seguir en cierto camino o como inevitables que mí mente me intenta advertir a toda costa. Otras veces solo es un sueño divertido o interesante que puedo convertir en una ficción corta, y otras veces he llegado a soñar con mis propios personajes. 

Los sueños son algo que me quitan el sueño. Me olvidó fácil de ellos, y me jode hacerlo. Los intentó anotar para no perderlos con grados dudosos de éxitos. Algunos los intento olvidar a toda costa y terminan volviendo, y pegándome en la cara, sea en otras noches o aún peor, el realidades dolorosas. A veces encuentro a fragmentos de viejos conocidos en sueños y a veces a completos extraños. Y a veces sueño cosas que creo que pasaron en realidad o que deseo que así fuera. 

Pero no pierdo el reconocimiento de la realidad. Aunque no sepa siempre que estoy soñando, intentó mantener en claro que lo estoy haciendo. Aunque a veces el deja vu sea inevitable, lo importante es que lo que viva en los sueños se quede allí, lo bueno y lo malo. Y aun en los primeros, tampoco muero de ganas de mantenerme en algunos sueños (salvo las veces que me despierto a la mitad del sueño y me queda el final, lo que me produce una sensación equivalente a perderme el final de una película). La realidad que sea que me toque al despertar siempre ha sido mejor que mis sueños. 

Lo sueños son eso, sueños, y por nuestra salud mental, debemos dejarlos ahí. Buenos y malos, de creemos en ellos todos serán malos. Y como dije alguna vez en mí historia «lucho día a día para que mis pesadillas no se vuelvan mis realidades», antes de decir que luchó por volver mis sueños en realidad… porque no lo hago, lucho por mis ilusiones. Al menos eso intento hasta que llegue el día en el que llegue el sueño del que no podré despertar.

Cien años de Soledad, y mi vida en Macondo

Tengo que ser sincero, creo que esta aspecto de la historia llega mucho más a quienes tenemos la suerte o desgracia de habitan una localidad o, en mi caso, provincia en la que nos “conocemos todos”. Una provincia, en la que probablemente, el amigo de un amigo de un amigo sepa sobre algo que hiciste en el comienzo de la década pasada. Y que provoca que, ante los eventos más surrealistas que pegan en el palo del realismo mágico, que diga lo siguiente “vivo en Macondo”.

Cien años de Soledad es una novela de ficción del gran Gabriel García Márquez, una de las del universo de historias que están todas conectadas y que vale la pena leerlas a todas. La novela es básicamente la historia de una familia. Y de un pueblo. De José Arcadio y Úrsula, dos primos que se casan entre ellos, en rebeldía del presagio que cuenta que el hijo del incesto nacerá con cola de cerdo y de todos sus descendientes, que habitan el pequeño pueblo de Macondo. La historia puede resumirse en dos adagios: “pueblo chico, infierno grande” y “todos tienen un muerto bajo la alfombra”.

Porque si, mientras más tiempo pasamos con estos personajes y sus hijos, y sus hijos… los actos que veremos realizar para mantener el honor de su nombre (que serán los que terminarán por condenarlos) se volverán más y más turbios, y menos y menos justificables, más y más despreciables, al punto que pare cuando llegue el final de la historia sentiremos una suerte de satisfacción por el trágico final a los personajes… bueno, para la mayoría de estos.

Y al mismo tiempo, vemos el pueblo, con sus historias internas cubiertas por la hipocresía del pueblo perfecto, casi como si se tratase del pueblo de Hot Fuzz; condenándose a sí mismo a “desaparecer del mapa”. El libro lo cuenta desde el punto de vista literal, pero bueno, el simbolismo es otro. Un pueblo condenado a la soledad, cuyo destino está escrito y cuyo trágico final es inevitable, pues había sido condenado a lo que el nombre del libro pregonaba.

¿Y por qué este libro resuena tanto conmigo? Habiendo nacido en un pueblo no tan pequeño, pero que en camino de convertirse en ciudad, y habiendo visitado todos los pequeños pueblos y ciudades de mi alrededor, he visto de todo. Habiendo nacido en una provincia alejada de las grandes urbes, en Latinoamérica, con menos de un millón de habitantes en toda nuestra extensión, la mayoría concentrada en un pequeño espacio. Y no, no es que anden vacas por las calles de tierra y llamemos “caballos con luces” a los autos, como ciertos habitantes de las grandes urbes parece que creen cuando les digo que soy de San Juan. Pero hay ciertos momentos… que me recuerdan de dónde vengo.

“Nos conocemos entre todos”. Parece frase hecha hasta que después de cruzar dos palabras con alguien resulta que conoce más de vos de lo que nunca esperabas. Hasta que encontras parientes en el medio de una conversación entre desconocidos, o resulta que el evento que estás contando que viste en las noticias le paso a alguien que conoces. O pasa algo, y en minutos todos se enteran y tienen sus teorías conspirativas y saben todo de todos los implicados. Porque todo queda aquí a la vuelta, porque todos teníamos a un amigo que, porque conocemos los nombres de los dueños de los negocios antes que los del local, y nos acordamos cuando ahí, donde está la juguetería antes estaba un supermercado. Porque recordamos los jingles de los negocios, incluso de los que ya no existen.

Eso no está en las grandes urbes. También hay un montón de negocios y servicios que acá no, acá parece que todos los jóvenes nos vestimos en la misma tienda de origen chileno y salimos a los mismos lugares, y se nota. También hay muy pocas chances de que recuerdes a alguien que ves en el transporte público porque sube siempre, o de que puedas llegar a cualquier lado a pie en minutos. Se pierde y se gana, supongo.

En ciertos momentos de mi vida, quien me escuche fuera de contexto, parece que tengo por mis orígenes es resentimiento. Y nada está más lejos de la verdad. Amo esta tierra bendecida por el sol, como me suelo referir a ella a menudo. Tierra de poetas y de una bebida alcohólica que aún no descubro por qué gusta tanto… la mayoría culpa a mi joven edad.

Tierra de que pocos conocen la historia que lleva, y por ello a menudo las nuevas generaciones nos sintamos sapos de otro pozo. Porque si, nuestro pueblo ha sido históricamente revolucionario, a su modo. Siempre ha sido impredecible su postura ante decisiones desde el puerto, ha sido catalizador de grandes conflictos y causa de otros, ha sido tierra de grandes batallas entre caudillos y gobernantes y el pueblo. Poco conocemos del mismo, yo tuve que llegar a primero de la universidad para conocer esa historia… y la mayoría no la conoce.

Pero no todo lo que brilla es oro. Ser así también nos hace ser reacios a los cambios, a notar que las cosas ya no son iguales. Nos hace tener una idiosincrasia innegociable que no cedemos, y con la que quienes queremos progresar batallamos a menudo. Y nos hace ser miope muchas veces a las realidades que tenemos a nuestro alrededor.

Muchos de los que conozco esperan con ansias el momento en el que se puedan ir, y otros ya lo han hecho. A menudo vocalizan el disgusto que tienen con la sociedad local, y aunque comparto sus quejas, no sus objetivos. Porque no puedo romper lanzas por gente que ni siquiera intenta cambiar la realidad en la que vive. Vengan a batallar las luchas, váyanse de derrotados y los acompañare. Es sabido que yo en esta batalla llevo mucho tiempo y la seguiré luchando.

El cambio es inevitable. No soy el único que nota que las calles nos están quedando chicas, los lugares de ocio también, y los eventos se colapsan. Será cuestión del tiempo que las cosas cambien, pero espero conservemos algunas buenas prácticas. No tenemos muchas más opciones que cambiar… en esta área del país no hay tornados.

Planeo irme, no porque considere que la única salida de mi país es Ezeiza, sino porque considero valioso traer cosas de otros países que admire a mi tierra, porque ya acepte que despedirme de mi tierra me es un imposible. Lamentablemente, por más que me vaya, y me aleje, como dijo el poeta, volveré siempre a este lugar.

Libro: Cien Años de Soledad