Fahrenheit 451 y el Peligro del Pensamiento Crítico

“Las personas dejaron de leer”. Esa es la premisa de esta historia. Ese es el disparador que inicia mi libro menos favorito de la triada distópica, pero quizás el más realista, en el sentido de que tiene conceptos que han ocurrido en la historia de nuestro mundo. Y con este eje terminó el por siempre pausado análisis del libro más conocido de un autor del que prefiero sus otras obras; pero que tiene un concepto que considero importantísimo debatir… los grandes peligros de la lectura. 

Bradbury, en su Fahrenheit 451 (la temperatura a la que arde el papel), nos presenta a Montag, un bombero incendiario. Porque en este universo, los bomberos queman. Queman libros y queman personas que los poseen. Seguimos a Guy Montag, un bombero que cambiará su vida desde conocer a Clarice, una joven que desestabilizará la vida de él, haciéndole conocer la realidad del pasado; y que le hará notar lo extraño de su realidad, y porque se adaptó a la misma. Y empieza a generar un peligro para todos… pues empieza a tener “pensamientos independientes”.

Y quien dice “grandes peligros”, dice grandes peligros al status quo. Porque esos son los bomberos en esta historia… mantenedores sociales del status quo. Incluso en la (no tan buena, no se porque la hicieron a lo Black Mirror) adaptación de HBO de la saga se trabaja ese concepto. Los lectores, los intelectuales, los refugiados son los clásicos revolucionarios; pero en este mundo, la guerra por las ideas ya la han perdido. La verdad es lo que se dice y se enseña, y todo lo incorrecto, lo impuro, lo peligroso, lo que hace pensar que debe morir por el fuego. 

Bradbury ni siquiera es sutil en sus referencias. Como la inquisición quemó pensadores en su época en hogueras, como los nazis quemaron literatura en las mismas, como los dictadores nuestros países lo hicieron. Promovieron la ignorancia y el desconocimiento, la verdad universal que ellos decían era la única existente y así la gente lo creyó, porque era la única opción. La gente no dejo de leer por voluntad propia, al menos eso creo yo. La gente dejó de leer porque le dijeron que leer era malo, que el saber era nocivo, un pecado; que cuestionarse los llevaría a la locura porque problematizarse es eso… abrazar la locura. Y la gente bajó la cabeza y creyó. Compro ese mensaje y lo hizo propio, y luego comenzó a juzgar lo que no concordaba con ello. 

Montag habla de una sociedad, similar a la de Huxley, en que se quema la literatura por salud de aquellos que viven allí. Una sociedad que dio la espalda a los libros por el poder que estos tenían de producir sentimientos, de afectar a los otros, de “confundir”. Una sociedad, que se conforma por sí misma, y acepta esa realidad. Una sociedad condenada, como vemos al final; que se vuelve ignorante de la destrucción que ante ella se presenta y que será su condena. 

Si algo hace que este sea mi menos favorito de la trilogía distópica, es que siempre me pareció un imposible. El ser humano es por naturaleza curioso e investigador. Busca la verdad de las cosas por sobre todo, a cualquier costo. Promover la eliminación del pensamiento crítico es… antinatural. Es ir en contra de nuestra propia naturaleza. Y creo que es ese el motivo por el cual esta novela es mi menos favorita (que a ver, la distopía me encanta, esto es como decir que es mi sabor menos favorito de helado… sigue siendo helado): porque nunca me pareció posible el mundo que plantea. Porque siento que si llegamos ahí nos perdimos como especie.

Fuera del Deux Ex Machina del final (porque la guerra es eso… y siempre me pareció super cliché), Fahrenheit es una excelente historia, que establece la importancia que tiene que la sociedad los “pensamientos independientes” (o sea, los pensamientos a secas); y porque los debemos promover. No hace falta que se reinicie nuestra sociedad… solo no debemos olvidar quienes somos. 

Libro: Fahrenheit 451 – Ray Bradbury

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