Los Juegos del Hambre: Panem et Circenses

Panem et circenses. Así es como los romanos decían mantener su sociedad. El imperio más influyente en la historia occidental tenía una cuestion que lo caracterizaba, conocer precisamente que un pueblo con entretenimiento y el estómago lleno tenía pocas probabilidad de rebelarse. Plutarch, personaje de la segunda y tercera parte de esta entrega, le dice eso a Katniss, cuando le dice “de donde viene el nombre” del país distópico y autoritario en el que viven, y el por que del poder del Capitolio. Fastuosas cenas y el máximo entretenimiento: los Juegos del Hambre. Aquellos que tuvieron siempre la suerte de su lado, no tienen necesidad de rebelión; y aquellos aportados por el régimen en la última, no tienen voluntad de hacerlo. 

Por suerte estamos muy lejos de eso… ¿no? La respuesta es sí, por supuesto. Pero los paralelismos entre la sociedad del Capitolio son, como dije hace un tiempo sobre todas las distopías, un mapa sobre lo que no debemos hacer. Y, con un bombardeo de esa pornografia violenta que ponen en nuestra televisión, como diría cierta banda de rock alternativo

Bueno, Suzanne y yo vimos un mismo problema, solo que yo tenía quince años y ODIABA el concepto de los reality shows, mientras que todos mis compañeros sabían que estaba pasando en la casa de GH, o cual era la última pareja eliminada en Tinelli. Y yo me sentía afuera de un ambiente; afuera de un ambiente al que intente entrar para “ser parte” y que nunca entendí, y que a pesar de todo el tiempo que ha pasado… sigo sin entender. Ya he hablado de que odio los reality shows en otra oportunidad. Y Suzanne escribió un libro, entendiendo mucho mejor el concepto. Y el German adolescente lo amo. 

Panem es una distopía de poder absoluto, en una sociedad en la que unos pocos disfrutan como pobres se matan entre ellos para su entretenimiento. Una sociedad que desecha a las personas tras un tiempo, que existe en una ficción promovida por medios de comunicación asediantes y en la que todo resabio de humanidad se ha perdido. Uno en el que el entrenamiento volvió a los coliseos, en el que se repite constantemente los juegos anteriores y se convierten las arenas en museos de muerte. En el que todo intento de rebelión es aplastado brutalmente, en el que algunos tributos de los distritos más pujantes toman como orgullo participar de los juegos, mientras que los pobres se saben condenados tan pronto su nombre sale en la colecta, y lo único que les queda es disfrutar de la comida que les darán en la previa; e incluso se han condenado más de los necesario a causa de las “teselas”, una ración de harina y aceite a costa de poner tu nombre una vez más en la colecta.

Los Juegos son el ápice de una cultura en la que el juego por sobrevivir empieza antes, desde el momento en el que la moneda de la suerte cae y dictamina en que grupo nos toca vivir. Y en eso último es donde su universo no dista mucho del nuestro, del país que se invadía cuando Suzanne escribía el libro, y de las zonas más desaventajadas de nuestra realidad. No les estoy pidiendo que vean África u Oriente Medio… vean las realidad que vivimos en nuestras urbes principales, en las que el frío o el hambre se lleva cientos a diario (y ahora, a causa de cierto virus, esas cifras pasan a miles). En el juego por la supervivencia, algunos nunca tienen la suerte de su lado. 

Suzanne Collins nos demuestra eso en el Capitolio, contrastandolo deliberadamente con los distritos; mientras unos ven los juegos como entretenimiento, los otros lo ven como una condena a muerte. E incluso, los distritos más acomodados, aquellos que tienen más poder, tienen una condena a muerte al comenzar los juegos, pero han desarrollado toda una cultura en torno a esa mentira. Los distritos más pobres, aquellos que no han tenido posibilidades nunca, son los que más saben que la suerte nunca estuvo de su lado, mientras los del uno o el dos se han tragado toda la publicidad del Capitolio (los del dos tienen más motivos, son la base de operaciones del ejército del Capitolio); y ven ganar los juegos como algo reconocible. Poco saben que es en realidad una condena… nosotros recién lo sabremos en el tercer libro. 

Los Juegos del Hambre, los verdaderos, se juegan desde el momento en que estos habitantes nacen. Lo dice Katniss desde su perspectiva, tener kilos de más es atractivo en los distritos como el doce, porque es señal de que pueden comer más que los demás. Mientras tanto, en el capitolio, se bebe una suerte de IPECAC (un líquido que induce el vómito) en las fiestas para poder seguir comiendo. 

Los Juegos son algo que quienes vienen de esos lugares juegan hace años, en menor medida. La diferencia es que en vez de proyectarlo para diversión de la sociedad de los que podemos más; decide directamente hacer de cuenta que no existe. No lo proyecta en las noticias, ni en los diarios, salvo momentos muy específicos en los que un evento en particular nos recuerda de esa realidad… por unos dias, y pronto nos olvidamos. 

Es que los medios tienen ese poder: deciden que debe importarnos. Deciden mostrarnos algo, y lo repiten al nivel de que lo naturalizamos como un verdad, como una realidad. Y en el caso de los realities se nota aún más, pues crean una realidad alternativa falsa. Una realidad que muchos se creen, aun ahora, sorprendentemente. Una realidad que anestesia y hace que no notemos los verdaderos problemas. Una realidad en la que muchos deciden vivir. 

Las novelas adolescentes a menudo se subestiman. Se las toma como mero entretenimiento ligero y olvidable. Y apenas se toma en serio la narrativa que impulsan, el discurso que instalan, lo que dicen de nosotros. Muchos, dentro y fuera de esta plataforma, se han quejado de mí sobre análisis a cosas, principalmente aquellas que “son solo entretenimiento”. Cosas que no merecen, según algunos, un análisis tan profundo, que no lo merece. Y nada está más lejos de la verdad. Los libros para jóvenes son importantes, los mensajes que promueven son importantes, y debemos evaluarlos y ver que dicen de nosotros. Que dicen de la adultez que los crea. Y cual es la consecuencia de eso. 

Personalmente amo que me haya obsesionado con este libro de adolescente; porque al menos puedo rescatar ciertos pensamientos críticos de libros ligeros que llegaron a engancharme al nivel de ver las últimas películas de la saga en la premier. Excepto Sinsajo: Parte 2, pero eso tiene que ver con una tendencia mía a no ver los finales de las sagas que me enganchan, quizás otro día hable de eso. Amo también, haber pagado valor de venta del libro popular del año cuando surgió, y de tenerlos en un espacio privilegiado en mi biblioteca. No solo porque se que hay peores sagas que poseer, si no porque esta novela, inició la chispa del postapocalipsis que me hizo leer todas las sagas del fin del mundo de moda, luego las clásicas, y… quizás ni siquiera Proyecto Apocaliptia hubiera existido sin Los Juegos del Hambre. Y por cosas como esa, es que nunca hay que subestimar a los amores de la juventud. Everlark sigue siendo mi segunda pareja favorita después de todo.

Libro: Los Juegos del Hambre – Suzanne Collins

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